Las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 no hablan solo de alfabetismo, cobertura y sobrevivencia escolar. Piden calidad, aprendizaje, completar la secundaria, educar para el trabajo, la vida y la sostenibilidad ambiental. Piden docentes bien formados. Esto no va a pasar con el mismo dinero.
Como quien no lo quiere, tras años de discusión, el viernes arrancará en Nueva York la cumbre mundial para adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Diecisiete objetivos, 169 metas, 193 países apuntados a cumplir. Es fácil desesperar ante la diversidad de propósitos. Viendo la distancia, siempre injustificada, entre las metas y nuestro desempeño, es tentador decir que aquí no hay nada que hacer. ¿Cómo comerse semejante elefante? La respuesta es igual, como siempre: poquito a poco. Así que me fijo en un solo objetivo, educación. «Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos».
Partamos de la historia. Hace 15 años nos apuntamos a los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El número 2 buscaba «lograr la enseñanza primaria universal» para 2015. Todos y todas con educación primaria completa. El objetivo tenía tres metas. No había dónde perderse.
Indicador | Dónde empezamos | Dónde vamos |
Tasa neta de escolaridad en primaria | 85.60 % (2000) | 85.50 % (2013) (llegamos a 97 % en 2009 y volvimos a caer) |
Sobrevivencia en primaria | 50.39 % (2000) | 67.74 % (2012) |
Alfabetismo en edad 15 a 24 | 82.22 % (2002) | 91.85 % (2013) 93.25 % (estimación 2015) |
Fuente: Unesco.
Siendo estrictos, como que esto de cumplir metas no se nos da demasiado bien, ¿verdad? Pero no sea tan severo: alguna mejoría hay. Creció la proporción de chicas y chicos que aguantan a terminar la primaria y de gente que no se pasa la vida sin entender esos garabatos maravillosos que son las letras.
Si considera que se hizo con la misma y escasa plata, no queda más remedio que dar un rotundo aplauso a la gente del sector educación. En 2006 les dimos 2.98 % del PIB para educar a Guatemala, menos de tres centavos por quetzal producido. En 2013, adivine, ¡menos aún!: 2.85 %. En 2006 el Gobierno dedicó 20.34 % de su presupuesto para educación. Es decir, Q1.02 de cada Q5.00 gastados. En 2013 fue 20.64 %. «Va pues, 19 len más, agradezcan». Y sin embargo, docentes, directoras, jefes, técnicos y hasta viceministros y ministras consiguieron que más gente completara la primaria. Olvídese del Harvard Business Review. Esto es eficiencia.
¿Cómo lo hicieron? Le pusieron más y más empeño a la primaria, y solo a la primaria. Tan así que lo que tenemos es un Ministerio de Educación Primaria. Y le pusieron más y más de su poquito dinero. En 2000, el Gobierno gastó $426.70 (PPP constantes, de esos que compran lo mismo cada año) por estudiante de primaria. En 2013, $667.40 por estudiante de primaria. Para comparar: en 2013 gastó $275.80 por estudiante del diversificado, teóricamente el ciclo más caro.
Las lecciones son sencillas. Primero, la patojada que no está en la escuela falta principalmente porque la excluimos. Son los del campo, los indígenas, los pobres, las niñas. Segundo, los que terminan primaria lo hacen porque ahora hay más plata para apoyarlos. Y tercero, el resto del sistema no crece ni mejora porque no le ponemos la plata, atención, ni organización necesarios.
Ahora viene lo serio. Las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 no hablan solo de alfabetismo, cobertura y sobrevivencia escolar. Piden calidad, aprendizaje, completar la secundaria, educar para el trabajo, la vida y la sostenibilidad ambiental. Piden docentes bien formados. Esto no va a pasar con el mismo dinero. No va a pasar si no destripamos la corrupción, captamos más impuestos y distribuimos con más justicia lo que tengamos.
Esto explica quizá por qué me enoja el ladrón que con nombre de funcionario carga con nuestra plata. Pero también me ofusca el avaro desvergonzado que resiste los impuestos, como si lo pasara mal, y encima se ensaña con los pobres y los programas de inversión social. Entenderá por qué me urge la gente que, como usted y como yo, se entusiasma por un objetivo ambicioso, pero entiende que, para caminar, esto necesitará nuestro propio aporte. El nuestro, no el que se le imponga a otro más débil.