Tag: sociedad

  • Cómo distinguir bueno de malo

    En medio de la abundancia de noticias y opiniones que cada día nos traen los medios, ¿cómo saber qué es lo bueno y qué es lo malo? ¿A cuáles causas hemos de apostar?

    Algunas personas parecieran tener una singular brújula moral, que les permite intuitivamente apostar al bien. La mayoría, sin embargo, debemos esforzarnos por dilucidar el significado de las noticias, por entender, de entre las opiniones, cuál es más válida.

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  • Cinco pelones consumiendo

    No le pido que se vuelva comunista. A mí me gusta el consumo y he visto mercados que funcionan.
    Abrió Paseo Cayalá, y no faltaron las críticas ni las defensas oficiosas: feo, bonito, excluyente, abierto, negativo, optimista. Escoja para su gusto y persuasión.

    Sin embargo, el problema no es Cayalá, apenas una iniciativa comercial más. La lógica del mercado capitalista dicta que se reúnan los inversionistas, busquen algo en qué meter su dinero, que vendan y recuperen la plata con ganancias. Allí no hay sorpresas.

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  • Dos formas de hacer política

    Si no actuamos de forma organizada, aquí seguirán ganando los malos.
    Es difícil mantener la esperanza en Guatemala. Cada día hay novedades. Sin embargo, y a pesar del ruido, ¡pareciera que nada cambia!

    Haga las cuentas y verá. Pregúntese qué ha quedado de las modificaciones a la Constitución, las reformas al sistema electoral y de partidos políticos, la despenalización de las drogas. Busque el camino de la prosperidad de la minería o el canal seco. Note que el Ministerio de Educación y los normalistas retoman al debate, vuelta sobre vuelta, y la educación pareciera no cambiar. Los pobres siguen pobres, los campesinos siguen fuera de la jugada, los ricos siempre mandan y los narcos igual acaban con quien se les ponga enfrente. Para rematar, el ejército (más bien la casta militar) recupera sigiloso su inaceptable ascendencia sobre el aparato público.

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  • El año en que el CACIF le perdió el miedo a la reforma agraria

    ¿Se imagina usted lo que serviría a nuestra sociedad el ingenio que saca cuatro quintales de banano donde antes producía solo uno, en vez del empeño por que nada cambie?
    Pasada la mitad de enero, sólo los más aguerridos conservan en la sala el árbol de Navidad o el Nacimiento. Así que toca pensar qué haremos con el resto del año, o quizá del katún.

    Tras un año difícil, cuesta poco concluir con Einstein que si queremos resultados distintos, tendremos que hacer cosas distintas. Como soñar es fácil, empiezo por sugerir que este puede ser el año en que superemos el temor a la reforma agraria.

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  • En el 2013, atrevernos a resolver los problemas

    Es de idiotas rechazar políticas que funcionan.
    Imagine que su automóvil rueda por una cuesta empinada. Cada vez va más rápido, usted se asusta y teme salirse de la carretera. ¿Cuáles son sus opciones?

    La primera es buscar culpables. Mientras gana velocidad, puede perder tiempo culpando a sus pasajeros por distraerle en el camino. Pero usted es la única persona que tiene el pie en el acelerador y las manos en el timón.

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  • Balance: transformación con enfrentamiento

    Los conservadores fueron más disciplinados. Es más fácil, pues sus intereses son claros (dinero), compartidos (dinero), y medibles (dinero).

    Las sociedades pueden cambiar por acuerdos, donde las partes coordinan sus esfuerzos por un destino común. Pueden hacerlo también por conflicto, donde los bandos buscan ganar fuerza, derrotar al contrincante, y decidir unilateralmente el destino común.

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  • Para un oligarca

    Basta apenas ir con los gringos a pedir visa para encontrar los límites de tu burbuja.
    A veces pienso que con escribir estoy nomás cortando varas. Mientras tanto tú actúas, dando palo a todo el que pide justicia, al que pide un trocito apenas de pobreza con dignidad, ni siquiera más.

    Chapines no somos solo tú y yo, que tomamos por sentados el agua, la luz, la escuela y la calle asfaltada. Ciudadano distinguido no eres tú, el de cuna de plata, blanco de tez, que en pleno siglo 21 aún no te has enterado que vives en una Guatemala morena. Tú y yo somos apenas usurpadores, que más temprano o más tarde descubriremos que nuestra prosperidad, peor aún nuestra certeza, eran prestadas. ¿Acaso quieres terminar como los generalitos, pobres diablos, clamando por una justicia que no supieron dar? Hasta el cielo pareciera negarles el sol por su obcecación.

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  • La coraza: No es el nuestro un Estado frágil

    Campesinas, alcaldes indígenas, normalistas, mareros, ¿qué diablos quieren?
    Decir que el Estado guatemalteco no responde a los ciudadanos es inexacto. Guatemala responde, y muy bien, a sus ciudadanos.

    El problema es que la ciudadanía está mal definida, y no todos cabemos en ella. Guatemala ha sido segmentada en auténticas castas: ciudadanos de primera, de segunda, e infelices “otros”. Mientras los pocos son bien servidos, los muchos no tienen protección ni consuelo, aunque tengan DPI.

    El sustrato racista de esta división viene de la Colonia, pero sus formas modernas son de la Reforma Liberal de 1871. Entre 1944 y 1954, los democratizadores de la Revolución de Octubre le metieron un susto a la élite, y tocó hacer ajustes al viejo modelo liberal. Ejemplar fue la tolerancia al IGSS. Aunque obra de la Revolución se le conservó, pues compraba cancha con sindicatos y maestros. Su alcance mínimo y nunca expandido demostró que era un favor para algunos, más que reconocimiento del derecho más amplio. A la vez, se apretaron los tornillos que hicieron al Estado más duro.

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  • La larga sombra

    ¡Hazte a un lado, quítate del sol, deja de estorbar!

    Vivimos los ricos y la clase media, criollos y mestizos, bajo una sombra densa y fría, que nos hace un pueblo miedoso. Tememos al cambio, tememos al indio, tememos al de la piel morena, tememos al otro.

    Vivimos bajo una sombra densa, fría, que nos avergüenza. Vergüenza de un ejército de comandantes traicioneros, que hace 60 años abandonaron a su hermano esclarecido, a su mejor oficial, a su presidente, a su comandante en jefe. Vergüenza de guardianes que mataron en vez de proteger, vergüenza que el tintineo de las medallas no calla.

    Vivimos bajo una sombra densa, fría, egoísta. Egoísmo de perro del hortelano, sentado entre el forraje, solo él quiere comer. Agobiados con que el pastel no alcance cuando haya más comensales, pero faltos de imaginación para ver que el pastel crece cuando hay más pasteleros. Egoísmo de pensar que la única forma de hacer plata es explotando a otro.

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  • No todo el que manifiesta tiene razón, pero todos tienen razones

    “¿Te gustan más los perros o los gatos? ¿Por qué?”. Un ejercicio simple con que podría desencadenarse a los siete años la carrera de un parlamentario.

    ¡Cómo han crecido los patojos, están enormes! Esta expresión, clásica entre familias amigas, refleja una realidad común: cuando el cambio es lento, es frecuente que no lo veamos, aún cuando quien no lo ha vivido lo note de inmediato.

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