Tag: sociedad

  • La gran conspiración, o de cómo a la realidad le importan un bledo mis prejuicios

    A la práctica social le toca lidiar con lo que hay, no con lo que quisiera yo que hubiera.

    Los sumos sacerdotes intelectuales de la «izquierda de Guatemala» (¿ya somos suficientes, o sigue siendo oxímoron esto último?) están apurados por descalificar el movimiento de la ciudadanía de estos últimos meses. Y mientras más legítimamente intelectuales, más documentadamente académicos, más se esmeran por descalificar.

    «¡Nada cambió!» sentencia uno. «No, es que fue una revolución “de colores”», agrega otro. «¡Qué va, si lo que pasa es que los manipularon!» señala el tercero, queriendo ganar más puntos en la carrera por llegar hasta abajo. Hasta que al fin, tocamos fondo. Abrazados y en coro, gritamos: «¡es una conspiración de los gringos!»

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  • Por qué escribo: pensar la ciudadanía clasemediera

    Rara vez los clasemedieros llevamos la voz cantante. No gozamos de las certezas que dan el dinero y la pobreza, y nuestro cómodo pero precario bienestar nos hace parcos para alterar lo que ya camina, aunque camine mal.

    Hay de todo entre quienes tenemos el privilegio y la responsabilidad de escribir una columna en alguno de los medios nacionales. En un extremo están los que consiguen información en primicia y, además, la analizan con precisión y pertinencia.

    Son los periodistas profesionales que además forman opinión. Y son los menos. Cuento entre ellos, por ejemplo, a Gustavo Berganza, a Juan Luis Font, a Martín Rodríguez, a Phillip Chicola. Ponen los mojones de la opinión pública creíble.

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  • Eunucos

    El problema se presenta cuando los que se hacen con el poder no son sino un hatajo de miopes, ladrones descarados, cínicos e incompetentes. La historia del Gobierno de Guatemala sugiere que hace algún tiempo que caminamos por esta senda.

    La castración humana es muy antigua. Las primeras evidencias dan cuenta de la presencia de eunucos entre los sumerios hace cuatro mil años. Sin embargo, es muy probable que la práctica sea mucho más antigua que los registros que tenemos de ella.

    El último eunuco de la China imperial falleció en 1996. Así que tuvimos eunucos mucho más tiempo del que han faltado. En las cortes le eran muy convenientes al poder. Un monarca necesitaba hombres que cuidaran de sus mujeres, pero sin que ello implicara admitir competidores sexuales en el seno del harén. Con el tiempo irían más lejos: al conocer los entresijos del poder, los eunucos podían pasar de serviciales cuidadores de mujeres a burócratas indispensables, apoderados del rey, hasta poder tras el trono, pero siempre que renunciaran a tener sucesores.

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  • Para bien juzgar: el que mata pierde

    Saque su brújula moral, dele una lustradita y póngase a calibrar.

    Nos pasamos la vida procurando determinar qué está bien y qué está mal. No es fácil. Ante los sucesos del día y las noticias que nos sorprenden, ¿cómo saber quiénes son los buenos y quiénes los malos?

    Lo que hace bien por un lado puede tener consecuencias negativas por otro. Lo que unos juzgan positivo otros lo ven con malos ojos. Quien una vez hace bien otra podrá obrar mal. Así, el oro de una mina da dinero para construir escuelas, pero contamina las aguas. Zury Ríos defiende la inocencia de su padre, pero a la vez promueve con vigor los derechos reproductivos de las mujeres. Y mientras los más conservadores la critican por promover los anticonceptivos, otras la aprecian precisamente por ello. Es difícil encontrar un norte que sirva para juzgar con claridad cada caso.

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  • Una conversación racional

    Para los demás, nosotros los ciudadanos, el gusto por Sperisen ni nos viene ni nos va. Lo que necesitamos es un país mejor, vivir en paz, prosperar y dejar al menos alguna esperanza a nuestros hijos.

    Es obvio que los chapines necesitamos aprender a dialogar racionalmente. Cuando nos preguntan nuestra opinión sobre un tema cualquiera, «¿qué piensas sobre el caso Sperisen?», lo interpretamos como una pregunta sobre nuestras preferencias: «¿te gusta Sperisen?».

    Puesto el debate en términos así, resulta automático escoger. Igual que prefiero los postres a las ensaladas, si aspiro a «blanco», urbano y clasemediero, me gustará más la gente así; ciertamente más de lo que me gustanlas personas pobres, morenas y violentas que usualmente pueblan las cárceles. Con ello las respuestas resultarán tan poco razonadas como nuestras preferencias por el café o el helado de fresa: «me gusta el canche Sperisen»; y así con todo: «no me gustan los ladrones», «me gusta Friedrich Von Hayek», «no me gustan los campesinos», «no me gustan los empresarios».

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  • Un paseo razonado por el jardín de las barbaridades

    Es por ello que los más ruines se empeñan tanto en ofuscar los procesos, pues les interesa menos la justicia que mantener la arbitrariedad.

    No sorprende que la hija de un ex-gobernante defienda con uñas y dientes la causa de su padre enjuiciado. Será un poco raro referirse a él en tercera persona, pero más raro sería no mover cielo y tierra para ayudarle en su momento oscuro.

    Tampoco extraña que un ex-funcionario justifique su régimen, cuando siente en la nuca el resuello de la justicia que alcanza a algún compañero de gestión. Nadie quiere pensar que la humedad y el mal olor de una cárcel pudieran ser apenas la mejor parte de su ancianidad. Más vale un rato colorado, diciendo sinvergüenzadas por la prensa, que cien meses negros en Pavón.

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  • Los constituyentes

    Ya ve, los nuevos constituyentes estamos. Cada uno corriendo con nuestra existencia particular, soñando, queriendo el bien y viviendo frustrado.

    El automóvil se ha detenido. Se ha roto el radiador y el motor se recalienta. –¿Y si le ponemos más gasolina?– sugiere uno de los pasajeros. –Al menos llegaríamos más rápido.

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  • ¿El primero?

    No se trata de criticar por criticar, o de señalar de manera infundada a una élite.

    Somos los humanos una especie competitiva. Tenemos un apetito insaciable por ganar, por alcanzar la primacía en la guerra, el deporte o el arte.

    Con la copa Champions recién conquistada, el tema cobra visibilidad hasta para los menos interesados en el fútbol. Todos aplauden al equipo que una vez más se lleva el trofeo, y pronto olvidarán a los perdedores. El asunto no es banal: aunque se le llame juego, lo tenemos metido en los genes. Los machos alfa y las matriarcas se aparean más, tienen más hijos, se apropian de más riqueza, dejan más herencia.

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  • Guatemala indígena

    El poder, usted y yo también, ingenuos, maliciosos o indiferentes, hacemos como que Guatemala es blanca. Pero esta ciudad, fea y nuestra, es indígena.

    Pulsa la ciudad como corazón que mueve la riqueza del país. Abultada metrópoli, lleva el esfuerzo de los muchos a los bancos de los pocos.

    En la Avenida Reforma, una catequesis oficial en monumentos: próceres que abren como gastadores con un “obelisco” que quedó tan enano como sus intenciones. Montúfar, el patriarca liberal que acuerpa en su peana, inamovible como la intención de sus herederos en el poder. García Granados que cierra con la mano al pecho. En medio, el reparto: ministerios que huyeron del Palacio cuando Arzú lo destripó, la “Escuela Politécnica” que formaba los perros de presa del statu quo (¿a qué “técnicas” se refería?), una embajada cuya voracidad se desquita hasta con las aceras, y los bancos. Financiadores, aseguradores, urdidores.

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  • Pongamos luz en los puntos ciegos: el suicidio

    Afortunadamente el suicidio sí es manejable. Pero debemos primero animarnos a nombrarlo, a reconocerlo y quitarle el estigma que nos ahoga en silencio.

    El prejuicio y la marrullería política a veces nos confunden, insinuando que no todos somos iguales. La justicia arbitraria y los servicios disparejos parecen decir que algunos dolores son más legítimos que otros.

    Pues bien, hoy es ocasión para fijarnos en nuestra común humanidad. El 19 de noviembre se celebra el Día de los Sobrevivientes de Suicidio. No, no se refiere a quien pudiera haber sobrevivido un intento de suicidio; se trata de quienes, por toda la vida, cargarán con el dolor de la pérdida de un ser querido que sucumbió por su propia mano.

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