A la práctica social le toca lidiar con lo que hay, no con lo que quisiera yo que hubiera.
Los sumos sacerdotes intelectuales de la «izquierda de Guatemala» (¿ya somos suficientes, o sigue siendo oxímoron esto último?) están apurados por descalificar el movimiento de la ciudadanía de estos últimos meses. Y mientras más legítimamente intelectuales, más documentadamente académicos, más se esmeran por descalificar.
«¡Nada cambió!» sentencia uno. «No, es que fue una revolución “de colores”», agrega otro. «¡Qué va, si lo que pasa es que los manipularon!» señala el tercero, queriendo ganar más puntos en la carrera por llegar hasta abajo. Hasta que al fin, tocamos fondo. Abrazados y en coro, gritamos: «¡es una conspiración de los gringos!»