Tag: presupuesto

  • Redención

    «No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal» (Bart Simpson).

    Todo médico sueña con nombrar una enfermedad desconocida. Pienso que se me ha cumplido ese sueño. Hoy documento una dolencia nueva, identificada entre lectores guatemaltecos. Es la dislexia antifiscal.

    Por cuatro semanas —y prometo que esta quinta será la última— escribí sobre la necesidad de aportar más recursos para la cosa pública. Argumenté que tenemos décadas de no invertir. Aduje que debemos comprometernos con el volumen de recursos tanto como discutir su destino u origen. Argüí que el problema es urgente. Y sugerí que esto exige una sólida voluntad política, ya que la causa de los ingresos fiscales nunca tendrá un tiempo propicio. Pero algunos lectores —al menos los generosos que se toman el tiempo para comentar en Plaza Pública o en las redes sociales— leyeron una sola cosa: ¡pague, pague!

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  • Dejar el futuro para el futuro

    Hay un momento para vivir la exaltación, la fiesta de la democracia que celebra la salida de los corruptos. Pero también hay un momento para revisar las cuentas y pagar esa misma fiesta.

    Bien sugirió Lewis Carroll que, para el que no sabe adónde va, cualquier camino le es bueno. Morales está como Alicia, perdido de maravilla, creciendo y menguando a base de pócimas misteriosas. Mientras los conejos se afligen por la puntualidad y las reinas quieren volar cabezas sin contemplación, él no sale del asombro y los lectores con dificultad seguimos la trama.

    El Ejecutivo ha vuelto a titubear y ha retirado del Legislativo su propuesta para recuperar las finanzas públicas. Una propuesta limitada, pero que haría boyar un Estado tan dilapidado que en el corto plazo ni con la persecución de los grandes evasores alcanza el mínimo necesario. El comediante que en la TV hacía reír a base de estereotipos hoy da carne y hueso a estereotipos más añejos: mañanaabordaremos la reforma fiscal. Si no se puede hoy, ya veremos qué será, será. Siempre en otro momento, en 2017, otro día, algún día, nunca. Pero necesitamos entender algo: aquí una propuesta fiscal se introduce a pesar de las condiciones políticas, no por ellas. Jamás habrá condiciones propicias para una reforma fiscal. Nunca.

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  • Al oído de Vinicio Cerezo: sin más dinero esto no se enderezará

    A ese paso no importa cuánto usted mejore la eficiencia de lo que tiene y haga mejor lo que ya hace. Si le faltan los insumos clave, igual tendrá que gastar más para comprar esas cosas que hoy no tiene o simplemente estará perdiendo el tiempo.

    La mujer le pide al marido para el gasto: los niños tienen hambre y necesita plata para comprar comida. El marido responde que no. ¿Por qué habría de darle más dinero, argumenta, si es obvio que ella no sabe ni siquiera alimentar a los chicos con lo que le da?

    Tal es la perversa paradoja que enfrenta Guatemala en materia de gasto educativo. Los malos indicadores dan la excusa perfecta para quienes dicen que primero hay que mejorar la eficiencia y que ya luego podremos mejorar el volumen del gasto. Otro tanto abonan estupideces como comprar trompos promocionales sobrevalorados, que estropean aún más cualquier argumento en pro de la urgencia de invertir más en educación. Pero igual no quitan el problema.

    La creciente evidencia sugiere que, por debajo de un umbral mínimo —del que no estamos ni siquiera a distancia razonable—, el volumen del gasto en educación y el desempeño que se obtiene sí se relacionan: mientras más se gasta, mejor desempeño se obtiene. Así lo reportan en un reciente estudio Emiliana Vega, jefa de la División de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo, y su coautora Chelsea Coffin.

    Vega y Coffin examinaron los datos del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), la prueba internacional a la que Guatemala se sumó en 2015 y que se aplicará a los estudiantes por primera vez en 2017. Usando el desempeño en matemáticas en la secundaria como trazador, encontraron que, mientras no se llegue a un umbral de $8 000 por estudiante al año (en paridad de poder adquisitivo en dólares —$PPP—, 2010), más dinero por estudiante sí se traduce en mejor desempeño. Para ponernos en contexto, en 2013 Guatemala gastó $395.80 (en $PPP, 2011) por estudiante.

    A los dichosos que ya están arriba de los $8 000 por estudiante al año —como Bélgica, Francia, Gran Bretaña, Finlandia, Japón, Catar y otros así— sí les urge contraponer eficiencia a volumen de gasto. Los demás, como nosotros, no tenemos nada que ver con esa liga y sus problemas.

    Explico por qué. Los trompos son una muestra de muy mal juicio, cuando no de corrupción insolente que exige ser perseguida judicialmente. Pero son una lágrima en el mar. Mientras tanto, el Ministerio de Educación no tiene un centavo, ¡ni un centavo!, en su presupuesto[1] para comprar libros de texto para la secundaria. Tampoco tiene más que centavos para poner asesoría pedagógica suficiente y en todos los grados. Ni para mantener en el ciclo básico a todos los egresados de la primaria. Y la lista de faltantes crece. A ese paso no importa cuánto usted mejore la eficiencia de lo que tiene y haga mejor lo que ya hace. Si le faltan los insumos clave, igual tendrá que gastar más para comprar esas cosas que hoy no tiene o simplemente estará perdiendo el tiempo. Es como sacarle brillo al carro cuando no tiene para la gasolina. Y los textos que alimentan los cerebros de los chicos, que son la gasolina de este carro, cuestan mucho, muchísimo más que una pendeja colección de trompos o que la eficiencia pírrica que le va a sacar al Mineduc. Y la asesoría pedagógica, que es como el piloto del auto, cuesta dinero en serio, no bagatelas. Y lo mismo pasa con todo lo demás que falta porque no tiene renglón en el presupuesto, más aún porque no hay plata para pagarlo.

    Así pues, ahora que estamos a las puertas de la gran feria de la propuesta que es la séptima edición del Foro Regional Esquipulas, lleve este encargo mío a la mesa del debate, al corrillo y a la charla del café: nos urge más plata para la educación. No los ahorros de la cancelación de un contrato espurio por unos trompos idiotas, sino la plata voluminosa, la que hoy gastamos en militares rateros y minas tóxicas, el dinero que por cientos de millones se escurre por el tragante de la evasión de impuestos y por el contubernio entre gobernantes corruptos y empresarios. Yo quiero ver en el presupuesto el dinero en serio, que nos dolerá pagar, pero que es indispensable para que los niños y las niñas[2] pasen más tiempo, mucho tiempo, todo el tiempo, aprendiendo a leer, escribir, contar y pensar.

     


    [1] Esto, aparte de un préstamo del Banco Mundial que incluye textos para la Telesecundaria. Encima, me cuentan que con ese préstamo se han comprado materiales que no corresponden a la metodología de dicha modalidad educativa. A veces no entiendo por qué no tengo a mano la navaja para cortarme las venas.

    [2] Supongo que también ya se dio cuenta de que, en este país machista, un trompo es un juguete solo para los varones, ¿verdad? Hoy sí alcánceme esa navaja.

    Original en Plaza Pública

  • Usted y yo somos el objetivo de desarrollo sostenible en educación

    Las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 no hablan solo de alfabetismo, cobertura y sobrevivencia escolar. Piden calidad, aprendizaje, completar la secundaria, educar para el trabajo, la vida y la sostenibilidad ambiental. Piden docentes bien formados. Esto no va a pasar con el mismo dinero.

    Como quien no lo quiere, tras años de discusión, el viernes arrancará en Nueva York la cumbre mundial para adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

    Diecisiete objetivos, 169 metas, 193 países apuntados a cumplir. Es fácil desesperar ante la diversidad de propósitos. Viendo la distancia, siempre injustificada, entre las metas y nuestro desempeño, es tentador decir que aquí no hay nada que hacer. ¿Cómo comerse semejante elefante? La respuesta es igual, como siempre: poquito a poco. Así que me fijo en un solo objetivo, educación. «Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos».

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  • El ejército como Supermán

    ¿Cómo tragar tanto cinismo de una sola vez? Casi en un solo movimiento dejan sin recursos a la policía, y le agregan funciones inconstitucionales al ejército.

    A ver si entendí: la CICIG destapa la incapacidad del sistema de presidios para controlar los desmanes atribuidos a unos ex-militares, y la respuesta del gobierno es ¡poner al ejército a cuidar las cárceles!

    Apenas un par de días tras presentar la CICIG los resultados de su investigación sobre la red de Lima Oliva, el gobierno suscribe el Acuerdo Gubernativo 304-2014, nos dice La Hora, y ahora el ejército podrá «coordinar» con la policía nacional para controlar las prisiones. Con ironía, La Hora yuxtapone una segunda noticia en la misma página: el Ministerio de Gobernación racionará la gasolina de la PNC, pues no les alcanza para todos los autos.

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