El camino era obvio: desconocer las garantías políticas del presidente quitándole el derecho de antejuicio y aprobar sin más vueltas las reformas a la LEPP que presentó el Tribunal Supremo Electoral.
El Salvador se ha debatido en las últimas semanas al borde del abismo. Con poco menos que una declaración de guerra, las pandillas usaron sus amenazas al transporte urbano para chantajear a la sociedad entera y forzar al Estado a una negociación.
El hecho desalienta cuando pensamos que no hace ni un cuarto de siglo que los salvadoreños respiraron aliviados ante el fin de la guerra civil. Pero no mire de reojo a los vecinos pensando que somos tan distintos. De forma menos violenta, pero igualmente nefanda, pasa aquí otro tanto. Faltarán los tatuajes, pero aquí unos pandilleros igualmente peligrosos —¡más peligrosos!— le declararon la guerra a la sociedad entera y asaltan el Estado.