Hace dos semanas escribí un primer comentario acerca de la Declaración de Los Ángeles sobre Migración y Protección. Terminaba reflexionando sobre la lógica que subyace al texto cuando dice que «la migración debería ser una elección voluntaria e informada, y no una necesidad».
Sin detenernos en el problema del libre albedrío —hay evidencia neurocientífica de que primero actuamos y solo después la conciencia descubre por qué—, en cuanto a las percepciones que resultan relevantes al hablar de movilidad humana podemos afirmar que quien migra siempre decide. Nomás varían los niveles percibidos de amenaza en el origen y de riesgo en el trayecto y destino.
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