Aceptar, no ya superar su rabia (¿por qué nos heredaron esto?) ha de ser terriblemente difícil, pues exige asimilar la monstruosidad de los padres. Esto exige arrimarse a la experiencia de las víctimas, correrse el riesgo de la empatía, que duele tanto.
El primer lunes del primer mes del año parecía un día propicio para repetirlo todo. Los generales de vuelta al juicio, sus defensores a sus argucias, los acusadores a indignarse, mientras las cortes hacen lo propio: confundir, posponer, prevaricar. Este circo hace pensar que no hemos aprendido nada. Pero es una ilusión, pues no saldremos indemnes, ya no seremos los mismos, no importa cuál sea el resultado.
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