Una deportista de alto desempeño no es buena simplemente porque sí. Aun antes de competir con otros debe competir consigo misma.
Nunca me ha gustado la expresión «orgullosamente guatemalteco». Supone que basta con ser del país para tener algo de que enorgullecerse, que basta que algo sea nuestro para ser digno de orgullo.
El futbol profesional es ejemplo de que tal orgullo no se justifica. Con persistencia, los aficionados visten los colores patrios, van a los estadios, compran boletos y vitorean a sus equipos. A pesar de las repetidas palizas. Tanto que no ir al Mundial parece ser parte de la marca nacional. La afición es orgullosamente guatemalteca, con fracaso y todo.