«Ya hablamos con los del sector privado», me dijo el asesor del precandidato. Y así aclaró que, sin haber empezado la carrera, quizá ya había perdido. Aunque ganara las elecciones.
No es que un político no deba hablar con emprendedores. Todo lo contrario, cualquiera que se precie de nacionalista, no digamos inclusivo, debe interactuar con todos los sectores de la sociedad para encontrar acuerdos, precisar disensos e incluso declarar las guerras.
Pero en Guatemala esa frase —hablar con los del sector privado— significa una cosa en particular: prender una vela en el altar del Cacif. Y aquí sí, el asunto es muy problemático.
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