Tag: justicia

  • El discurso razonable del presidente del CACIF

    No es que la justicia indígena necesite de la Constitución para funcionar. Es que nuestro Estado necesita incorporar la justicia indígena para perfeccionarse.

    ¿Alguna vez ha probado insultar a su perro con amabilidad? Dígale groserías en un tono cariñoso. ¡Brincará de felicidad!

    Aunque da para reírse un rato a costillas de la mascota, la relación entre lo que se dice y cómo se dice es muy seria cuando las palabras gentiles esconden intenciones menos amables. Un ejercicio de tal amaño es el mensaje del presidente del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (Cacif) sobre la jurisdicción indígena:

    [youtube https://www.youtube.com/watch?v=lqiocG3kZY0]

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  • Ganar no es igual que tener razón

    No todos los triunfos son iguales. Hay victorias que son más fáciles porque su causa es ella misma más fácil: destruir es más fácil que construir.

    El 2016 termina mal para quienes nos pensamos progresistas. Termina con la tentación de la desesperanza.

    Gana Trump en los Estados Unidos y desata el triunfalismo racista. El brexit en Inglaterra afianza el más estrecho insularismo británico. Más cerca de casa y en modesta escala, las malas personas y sus malas costumbres se arraigan en el Congreso y ahogan la reforma judicial.

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  • Lista de pendientes

    Finalmente estamos usted y yo, ciudadanos, cuando hacemos trampa. No porque vengan tras nosotros doña Thelma y don Iván con sus escuchas telefónicas y sus investigadores acuciosos. Somos poca monta. Pero somos muchos y nuestras corruptelas cuentan.

    Poco a poco Iván Velásquez y Thelma Aldana evacúan la agenda. Las tareas en esa agenda son todas iguales: encontrar con cuidado la punta del hilo y comenzar a deshacer el ovillo del crimen, de la corrupción enquistada en el Estado.

    Su tarea —sobre todo para el comisionado Velásquez y sus colaboradores en la Cicig— no será terminar de desenmarañar cada hilo, cada caso de los muchos que nos ahogan. Eso nos toca a nosotros, los ciudadanos. En la plaza y en la opinión pública, con la denuncia y en los tribunales, en las urnas y desde los partidos políticos.

    Tiene sentido, como hasta ahora, buscar los hilos en las madejas más obvias. Deshilachar los nudos que están a mano: el gobierno corruptísimo de Pérez Molina y Baldetti, un Congreso cínico y procaz, un gabinete ladrón.

    Se hace obvio, sin embargo, que de allí parten zarcillos hacia otras marañas. Como bobinas, dos comienzan a girar mientras los investigadores tiran del hilo. Primero el empresariado, que convirtió los contratos del Estado en la excusa perfecta para ganar plata sin competir y que pervirtió las leyes y las instituciones para proteger esa incompetencia. Comienza también, ¡al fin!, a ceder la madeja del monopolio de los medios de comunicación. Allí está la punta del hilo de las lesivas y opacas concesiones de la TV y la radio, esos tratos vendepatrias que entregaron por décadas la voz, la información y la conciencia de la sociedad entera a unos pocos malintencionados a cambio de que allanaran el camino al palacio para el pícaro de turno. El tema es importantísimo no solo por recuperar el equilibrio en las elecciones. La democracia necesita una prensa que nos refleje en nuestra diversidad, en nuestras diferencias. Además de recuperar concesiones, hay también que desenmarañar una Ley de Telecomunicaciones que margina la radio comunitaria y reconocer la lesividad leguleya que dejó al Estado sin ancho de banda para atender el interés público. Toca espantar a la canalla que quiere quedarse con más radiofrecuencias en la más grande opacidad.

    Pero es apenas el principio. Porque luego están los temas en que se ha encontrado el hilo, pero aún no se devana. Como el Ejército —sí, todo él—, donde la abundancia, el poder y la opacidad tienen décadas dándose cita en latrocinio impune. ¿Cuánto tendremos que esperar para ver un oficial digno, que se niegue a seguir ese juego vil y lo denuncie?

    Como la corrupción municipal. Tantas localidades —grandes, medianas y pequeñas, las hay en todas las escalas— sofocadas por un cacique ladrón —criollo, ladino, indígena, los hay para todos los gustos— que con nombre de alcalde abusa sin control ni medida y a cambio da solo bagatelas y kermeses. Alcaldes que evaden su responsabilidad para con el agua limpia, la salud, la educación y drenajes que funcionen.

    Finalmente están los pendientes, para los cuales el tiempo, la información o la oportunidad no han dado lugar —aún— de encontrar ni la punta del hilo. No porque el ovillo no exista. Simplemente porque no puede hacerse todo a la vez. Pienso en la Universidad de San Carlos, llamada a mejores cosas, que concentra el 5 % de todos los dineros públicos, pero a cambio rinde pocas cosas buenas y muchas malas. Pienso en sus líderes, que comercian apoyos políticos en una burbuja autocomplaciente y opaca mientras apañan la trampa política y falsean el mandato de llegar a los más necesitados.

    Pienso también en el sindicalismo mercante, que instrumentaliza al trabajador, cuyas justas y urgentes necesidades tornaron en moneda para transar con políticos y autoridades. Un sindicalismo de consigna vacía, chantaje y tráfico de puestos.

    Finalmente estamos usted y yo, ciudadanos, cuando hacemos trampa. No porque vengan tras nosotros doña Thelma y don Iván con sus escuchas telefónicas y sus investigadores acuciosos. Somos poca monta. Pero somos muchos y nuestras corruptelas cuentan. Los miles de abusos laborales, como el dueño del restaurante que se queda con las propinas del personal. Los millones de evasiones, como la factura no exigida y la factura negada. Allí, cotidianamente, anudamos la maraña de una sociedad corrupta. Damos verdad al lema que dice que #EsElSistema.

    Así que tengan Iván Velásquez y Thelma Aldana larga vida, brazo fuerte y ojo claro, que sus esfuerzos sirven mucho y en tantas cosas. Y que detrás vengamos los ciudadanos honrando su empeño con el nuestro.

    Original en Plaza Pública

  • Ciclo largo, ciclo corto

    Debemos entender que el latrocinio de Pérez Molina y de Baldetti no es un accidental haber dejado entrar a los bribones a la casa del tesoro. Más bien, esta es la forma en que los pícaros cobran hacer gobierno en favor de los injustos.

    Seguramente conoce la historia. Ptolomeo y muchos antes de él pensaban que la Tierra estaba en el centro y que los astros giraban en torno a ella. La evidencia astronómica no coincidía con el planteamiento, así que hizo falta inventar epiciclos —vueltas que los astros tendrían que dar encima de sus propias órbitas— para explicar las discrepancias entre lo observado y lo pensado.

    Copérnico, combinando razón con evidencia, llegó a la conclusión correcta: la Tierra no es el centro. Incluso el Sol, especuló, no es sino un actor menor en la trama universal. Galileo lo constató con su telescopio al ver lunas que giraban en torno a otros planetas.

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  • ¿Le debemos algo los ciudadanos al presidente Jimmy Morales?

    Si los ciudadanos hemos de levantar la mano para jurar y deber algo, no será al presidente Morales, sino que a nuestra propia responsabilidad de vigilancia.

    Ante el título, primero la respuesta corta: no. Y así bastaría, salvo que defrauda a los lectores y decepciona a los editores. Así que a trabajar un poco más para explicarme.

    Algunos comentaristas insinúan que la ciudadanía le debe cierta libertad de acción a Morales. Primero, por razones políticas y prácticas habrá quien pida compás de espera, aunque ya nadie hable de 100 días para el nuevo gobierno. El mismo Morales implica este argumento en su discurso inaugural, centrado en esperanzas más que en propuestas, así no lo haga explícito. Eso es pedir la confianza de que, aunque no sepa cómo resolver los grandes retos del Estado, encontrará o al menos buscará una solución.

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  • Una carrera justa

    ¿Por qué hablar de dignidad cuando lo urgente son nuevos gobiernos y protestas en el parque?

    Vista desde el resultado, una carrera no es justa, afirma Ronald Dworkin. Al final, solo uno de todos los corredores podrá obtener el oro.

    Más aún, toda carrera está amañada: desde su diseño existe para premiar a un solo ganador. ¿Habrá que pedir que en las carreras haya medallas para todos? Por supuesto que no, responde Dworkin. Este ejercicio nos enseña que la justicia y la igualdad tienen poco que ver con el punto de llegada, con la meta. La justicia tiene todo que ver con el punto de partida, con las condiciones del trayecto.

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  • El mal que somos

    Aquí está la lección que les habla sobre todo a los reformistas tímidos, a esos miembros de la élite económica que hoy quieren algo mejor y acaso reconocen el problema, pero aunque se atrevan a verse en el espejo no alcanzan a dar el mea culpa como clase y como grupo de interés.

    El comisionado Velásquez de la Cicig y la fiscal Duarte del MP están de buena racha. Como en las mejores telenovelas, con precisión destapan un nuevo escándalo cada vez que hace falta, ya para levantar el ánimo de los ciudadanos que protestan, ya para reducir a la canalla política cuando esta piensa que tiene ganada la partida.

    Hay que admitir que los políticos y el poder económico se la pusieron fácil. Con buena técnica investigativa, paciencia prudente y persistencia de hierro —notables aportes de Velásquez a la Cicig y a la justicia guatemalteca—, examinar casi cualquiera de los negocios políticos iba a rendir la podredumbre encontrada.

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  • Escatología aplicada

    Ahora resulta que el Ministerio Público abusa de autoridad con investigar a los diputados. Habrase visto mayor insolencia.

    Seguramente ha vivido esta experiencia. Va al baño, usa el inodoro y echa agua. En vez de drenar, el nivel dentro de la taza comienza a subir. Es el ominoso momento cuando se percata de que el desagüe está tapado y de que no queda más que apartar los pies y quizá rogar a san Maturino, patrono de los plomeros, esperando que la porquería no pase del borde y termine regándose por el piso.

    Si es diestro en mantenimiento doméstico y se anima a navegar la marea negra, echará mano de un destapacaños. A ver si a fuerza de bombear logra que los coroneles sigan su camino aguado. De lo contrario, habrá que llamar al fontanero para que, ya empujando o jalando porquería, eventualmente quite la obstrucción del desagüe. Si un atolondrado ha tirado algún objeto más duro o grande por el retrete, incluso tendrá que quitar el inodoro.

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  • El mal, la culpa y la responsabilidad

    Mal es «lo que se aparta de lo lícito», dice el diccionario. Es el daño y la ofensa, la desgracia y la calamidad, la enfermedad y la dolencia. Malo es quien «carece de la bondad que debe tener según su naturaleza o destino», agrega.

    Mal hace el funcionario que por dinero defrauda a los enfermos. Mal hace quien pone a esos enfermos en manos incompetentes y les causa dolencias, muerte incluso. Malo es quien se excusa con que «es normal que las personas mueran por insuficiencia renal».

    Culpa tiene quien ocasiona el mal. Culpa es lo que se le achaca a quien, debiendo esmerarse en su tarea, no lo hace. Culpa es lo que se le atribuye al que hace lo injusto. Culpa es escoger el mal.

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