Negar la necesidad cultural y política de la educación bilingüe solo cabe en una mentalidad excluyente, cuando no abiertamente racista y cobarde, que teme más a los retos del multilingüismo que a los beneficios de la unidad y la equidad.
Partamos de un hecho básico: la ciencia ha mostrado ya contundentemente que los niños aprenden a leer y escribir más rápido, fácil y eficazmente, si se les enseñan las primeras letras en su idioma materno.
La lectura y la escritura no son habilidades naturales al cerebro humano, y toma mucho esfuerzo adquirirlas. Cuando la lectura y la escritura parten del conocimiento que el niño ya tiene de su idioma hablado, la tarea se facilita considerablemente.