Aquí está la lección que les habla sobre todo a los reformistas tímidos, a esos miembros de la élite económica que hoy quieren algo mejor y acaso reconocen el problema, pero aunque se atrevan a verse en el espejo no alcanzan a dar el mea culpa como clase y como grupo de interés.
El comisionado Velásquez de la Cicig y la fiscal Duarte del MP están de buena racha. Como en las mejores telenovelas, con precisión destapan un nuevo escándalo cada vez que hace falta, ya para levantar el ánimo de los ciudadanos que protestan, ya para reducir a la canalla política cuando esta piensa que tiene ganada la partida.
Hay que admitir que los políticos y el poder económico se la pusieron fácil. Con buena técnica investigativa, paciencia prudente y persistencia de hierro —notables aportes de Velásquez a la Cicig y a la justicia guatemalteca—, examinar casi cualquiera de los negocios políticos iba a rendir la podredumbre encontrada.