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  • Ricotenango y Pobretenango

    El reto es que las élites —económica, social y urbana— nos acostumbramos a resolver la cosa a nuestro antojo, poniendo nuestras reglas, así sea caro e ineficiente.

    Se armó la de Troya con el más reciente jueves de Cicig. Otra veintena de capturas, seis más pendientes a nivel internacional. Ya no cabe la gente en el Mariscal Zavala.

    La novedad no es destapar el contubernio sistemático entre gobernantes corruptos y empresarios corruptores. La novedad es que hoy no quede excusa para negarlo, aunque algunos vean la tormenta y no se persignen: un banco más preocupado por su reputación que por poner distancia con los acusados. Un opinador oficioso que quiere restringir la libertad de expresión porque, hoy sí, la prensa muestra sin tapujos que arriba también hay vulgares ladrones.

    Se entiende la resistencia. La explicación llegó justo un día antes del tsunami judicial y le recomiendo leerla: es el miedo el motor más fuerte de la conducta de la élite económica. Ese sentimiento que paraliza, que hace apostar por el camino conocido aunque sea equivocado.

    Ya pasó la ola gigante (al menos la del jueves). Toca levantarse, sacar el agua y construir. Pero no bastará con limpiar la corrupción para volver a lo mismo. Los miembros de la élite que afirman tener voluntad de cambio deben demostrar hoy que son distintos. Ya no cabe aquí la vieja disciplina miedosa que no los ha dejado romper filas.

    Pero, para ser eficaces, tampoco bastará con denunciar. Hará falta saber qué cambiar. Yo le sugiero que el verdadero reto es deconstruir los dos medio Estados en que vivimos y crear uno solo que sea para todos. Me explico. Como Voldemort, rival de Harry Potter, parasitando el occipucio de Quirinus Quirrel, hoy tenemos dos Estados: Ricotenango, que sirve a los pocos, que sirve a la élite; y Pobretenango, que es para los demás.

    ¿No me cree? Valgan los ejemplos. Pobretenango pone los centenares de gente mal pagada y mal equipada que necesita la administración pública para operar. Los prepara en el INAP sin presupuesto, sofocado por la humareda del bulevar Los Próceres. Ni siquiera su sitio web funciona. Ricotenango forma sus propios funcionarios para su propio futuro, en su propia Escuela de Gobierno, pagada de su propio bolsillo y montada en su propio complejo comercial-domiciliar chilero.

    Pobretenango educa para el trabajo a la gran masa de estudiantes de secundaria que viven en las barriadas de la capital, en Villa Nueva y más allá. Los acomoda en el Belén y en el Imrich Fischmann, donde el Mineduc tiene años sin un centavo para libros de texto ni talleres, donde entre docentes y estudiantes ajustan para financiar su propia educación «pública, gratuita, laica y obligatoria». Ricotenango educa a nuestros hijos en sus colegios privados. Y si se trata de formar a nuestros empleados, allí está el Intecap. Chilero.

    Pobretenango entretiene a la masa, empleadas de hogar y policías privados, en la Plaza Central la tarde del domingo. Ricotenango entretiene a sus empleados en el Irtra. Y si son gerentes, mejor aún: pase a las posadas de pago extra. Chilero.

    Solo reconocemos la dicotomía cuando no alcanzan los dos Estados a soslayar los problemas: un aeropuerto de pobres sin aire acondicionado, vergüenza de la élite que regresa de Miami; una cárcel VIP que no alcanza para los hombres y nunca acomodó a las mujeres. Bienvenidos a la realidad.

    El reto es que las élites —económica, social y urbana— nos acostumbramos a resolver la cosa a nuestro antojo, poniendo nuestras reglas, así sea caro e ineficiente. Así toque aguantar el chantaje moral de donativos basados en no pagar impuestos. Así toque seguir tributando a Ricotenango (¿qué piensa que son las cuotas del Irtra, las del Intecap o los diezmos?). Luego no queremos contribuir también con Pobretenango y lo dejamos naufragar. Terminamos poniendo malas soluciones privadas a grandes necesidades públicas, así nos llamemos Gutiérrez, Luna o Alvarado.

    No se apure a señalar con el dedo, que no todo es malicia. Muchas veces es encontrar respuestas insatisfactorias a debilidades de 35 años de mala democracia, de 60 años de mala patria. Pero superar la cosecha de bribones que hoy recoge la Cicig exigirá también rebasar esas malas respuestas. Debemos superar el miedo de la élite. Esto exige romper el círculo vicioso de la desconfianza, esa desconfianza institucionalizada que dice que, si no resuelvo la cosa a mi modo y en privado, no pasará. Esto exige tomar un riesgo calculado, establecer mecanismos intermedios, pero apostar a un destino público y para todos, no privado y para algunos. Es comprometerse valientemente la élite con la transición en plazos específicos, hacia un Estado fuerte, hacia un fisco suficiente para mantenerlo, y luego ayudar a que suceda.

    Original en Plaza Pública

  • Dinámica de sistemas

    Los sujetos intentan mover la cosa en su dirección y, sí, pasan cosas que satisfacen a algunos. Pero solo tras el hecho logramos afirmar: «Ya vieron. Pasó lo que quisimos».

    Nos desagrada la falta de control. Tanto en la práctica como en las ideas queremos realizar nuestra voluntad.

    En asuntos públicos, la ilusión del control tiene una augusta historia. El derecho divino de reyes justifica que algunos tengan en la mano las riendas del Gobierno. El Leviatán describe los mecanismos del control. El príncipe prescribe su buen ejercicio. La democracia promete a cada uno control sobre lo suyo.

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  • Libros, alma

    Desde Mi osito Teddy hasta los cuentos de Carver, desde los tratados de filosofía hasta los cómics, los libros recorren los más profundos recovecos de nuestro ser y constituyen prueba fehaciente de nuestra humanidad.

    Mi osito Teddy

    Era un librito delgado, de letras grandes y dibujos cursis. Describía la cotidianidad de un niño pequeño y de su oso de peluche. Mi madre aseguraba que con él aprendí a leer solo. Tantas veces insistí en que me lo leyera que al fin lo memoricé. Luego, descifrar las palabras no fue sino ver dónde estaban los espacios.

    Ina und Udo

    Soy hijo de una pareja de músicos. Apreciaban la cultura antes que el dinero. No era difícil, pues entre dobles empleos y clases particulares la plata no sobraba. Tampoco ayudaría al presupuesto el que, fieles a su clase media, nos pusieran a mi hermano y a mí en un colegio bilingüe de élite, donde el alemán era materia obligada.

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  • No temas

    «El peligro es enteramente distinto del temor» y la forma de dominar el miedo es acostumbrándose a sus causas.

    Te criaron con miedo. Miedo al otro, miedo al comunista. Miedo al ateo, miedo incluso a la religión ajena. Miedo al futuro incierto, miedo a los impuestos, miedo a la gente distinta de ti.

    Cuando naciste, tu miedo ya estaba instalado. Como especie, porque desde la antiquísima África aprendimos a qué temer: a la víbora y a la araña, que con su veneno mataban; a la gente desconocida, que al no ser pariente podía quitarnos hogar, presas y parejas. Como clase, a esos miedos arcaicos tus abuelos y bisabuelos precavidos agregaron el temor a la gente que despojaron, el temor al indio que podía alzarse machete en mano. Y para buen resguardo lo sellaron todo con el silencio, con el temor al diálogo.

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  • Entrevista: Purgatuitorio Sesión 83

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    Entrevista por Javier Martínez y Kiki Kornholio, Purgatuitorio.

  • Paridad: cuatro razones

    Dude sistemáticamente al ver que alguien con privilegio resiste un cambio. Aunque le diga que lo hace por el bien público, lo más probable es que convenga a su propio interés.

    Se acabó el feriado. Mientras algunos vuelven al trabajo, otros nunca se detuvieron. Igualmente algunos vuelven a las maldades mientras otros nunca pararon. Regresa también el Congreso a su faena, a descuartizar la propuesta de la Ley Electoral y de Partidos Políticos.

    Yo también vuelvo y me detengo en un punto visto y quizá sepultado, la paridad de mujeres e indígenas en los listados electorales. Me detengo porque, aunque en esto la LEPP podría ser causa perdida —que no debiera serlo hasta que vote el último diputado—, tengo la certeza de que el tema de la igualdad por género y etnicidad no desaparecerá del debate legislativo, mucho menos del debate social.

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  • Cáncer

    Como en una pesadilla zombi, pide el cuerpo llagoso respeto para su indigno titiritero.

    He visto el cáncer de cerca. Más que una enfermedad, como el catarro común que escandaliza con toses y estornudos, es una presencia oscura que repta por los traspatios del cuerpo.

    El cáncer es el pariente perverso que vive en la habitación del fondo. Carne de tu carne, sangre de tu sangre, apenas sale y nadie quiere nombrarlo. Pero todos saben que está allí, más que si se sentara en la poltrona de la sala o a la cabecera de la mesa.

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  • Populismo a la Tortrix

    A veces la insolencia rebasa los límites de lo creíble.

    Malas noticias para la locutora rubia que por años ha despotricado contra los peligros del populismo. Tanto gastar saliva y galillo que igual le ganaron la partida. Mientras ella denunciaba, vino el populismo, se instaló y ahora se enseñorea desde lo más alto.

    Temía que desde Venezuela o Bolivia llegaría la ponzoña a impulsar una turba vulgar. Prevenía contra el sentimentalismo de las falsas soluciones, contra la irresponsabilidad que malbarata el dinero público. Pero no sirvió. Mientras ella miraba al Sur, un populismo tóxico nacía en casa, echaba raíces, enredaba sus ramas para sofocar la democracia.

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  • Regresión infinita

    Nada será solución si no tiene detrás un Estado competente, un Estado que quiera bien, pero que además pueda.

    En más de una ocasión me he divertido viendo entre dos espejos mi reflejo reflejarse en una regresión infinita. Apostaría a que usted también.

    Al entrar en algún ascensor con espejos habremos jugado con la imagen que se repite una y otra vez. Como una hilera de coristas, a izquierda y derecha se extienden las réplicas cada vez más pequeñas, haciendo al unísono nuestra voluntad. Es como abrir una puerta al infinito.

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  • La mano sutil del racismo

    Al no contar a los estudiantes por indígenas ya les dimos otra vez la lección: que callen su identidad porque no hace falta tomarla en cuenta, porque no cuenta. Y cuando callan (que tontos no son) nos dan la razón: no hace falta contarlos.

    Viendo lo que pasó en Sepur Zarco, es grande la tentación de consignar el problema al cajón de otros. Otras fueron las víctimas, otros los victimarios.

    ¿Cómo llegamos a un lugar tan horrible, donde la violación repetida es vista como hacer patria y el juicio al responsable resistido hasta por la gente buena? No basta pensar que esos extremos de crueldad son el problema.

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