Tag: gobierno

  • Le explico cómo es esta vaina

    Entienda: en esta historia atroz que llamamos Guatemala no todos somos Estado porque no todos somos ciudadanos plenos.

    Imagine poca gente. ¿Cómo ponerse de acuerdo? Digamos mamá, papá y un par de hijas. Como los adultos están antes, se acostumbran a decidir entre ellos. Para cuando llegan las hijas, basta ver qué hacen mamá y papá.

    Ahora suponga un grupo mayor, 150 personas. La cosa se complica, pero es factible. Los primeros se organizan. Deciden por consenso o por el sagrado principio de que «el que tiene más saliva traga más pinol»: algunos mandan por su capacidad de convencer o porque nadie les gana a las trompadas. Como todos se conocen, no es difícil estar al tanto de la organización de la comunidad, pues nadie olvida quién resolvió el último problema o quién pega más duro.

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  • Pasar de Árbenz

    Entrar al mercado en Guatemala hoy es combinar gente con expectativas demasiado altas acerca de lo que deben ganar y demasiado bajas acerca de lo que deben arriesgar con una economía que es una ruleta rusa.

    El joven economista lo sintetiza en una frase: no hemos pasado de la agenda de Árbenz. La carretera, el puerto, la hidroeléctrica. Transporte, mercado, energía.

    Los últimos 65 años son vivísimo ejemplo de lo que sucede cuando no se invierte a tiempo. Por no aguantar a un coronel progresista que sabía que democracia significaba gobierno del pueblo y por no tolerar que otros también tuvieran razón, derecho y riqueza, la alianza de Iglesia anticomunista, oficiales pusilánimes, embajada bananera y élite cachureca mandó todo al infierno en 1954.

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  • Por qué Trump solo sirve a Trump

    Su bronca con refugiados e inmigrantes indocumentados no es personal, sino cruelmente eficiente.

    Dale con Trump. Pero es que el asunto nos afecta más de lo que usted cree. Sin embargo, debo explicarme para seguir robando su tiempo de lectura.

    Partamos del antecedente. Brevemente, el tema de fondo es que el capitalismo contemporáneo hace agua: la economía global no crece lo suficiente. No hace falta Wolfgang Streeck para afirmarlo. Lo reconoce hasta el club de ricos del Foro Económico Mundial. No solo la explosión de tecnología informática sustituye cada vez más empleos, sino que su costo marginal casi nulo plantea retos a la acumulación por lo fácil que resulta copiar las innovaciones. Se dilapida la naturaleza porque todos queremos energía y cosas baratas, a la vez que en nuestro globo interconectado se acaban los espacios de nueva explotación natural y comercial. Como tapa del pomo, se paga todo con dudoso dinero fiduciario y el poder de los banqueros hace que nadie pueda cuestionarlos.

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  • Acabar con el legado de Obama

    Algunas cosas se pueden borrar sin dejar rastros, pero muchas permanecen tan conspicuas en su ausencia, como si siguieran allí.

    Tras la sorpresa que causó la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos, muchos en la prensa de esa nación prometieron abandonar el sensacionalismo. Reconocieron que su propio infoentretenimiento electoral había inflado la visibilidad del candidato.

    Poco duró la buena intención. Faltaban semanas para que tomara posesión, pero ya críticos y promotores por igual debatían sobre cómo acabaría con el legado de Obama. Pero hoy el señor de la tez naranja está sentado en el trono. Tiene acceso a las claves nucleares, y el significado histórico de su antecesor no es objeto de especulación, sino hecho dado.

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  • El voto hideputa

    Para un grupo considerable y concreto de personas, el racismo, el sexismo, la xenofobia, el insularismo, la antirracionalidad y el antiecologismo del candidato no pesaron en contra de su elección.

    Imposible callar ante las elecciones en los Estados Unidos. El hecho es suficientemente excepcional y sus consecuencias suficientemente extensas como para que hasta el más lego necesite reconocer las implicaciones.

    Usted y yo tenemos una ventaja. A diferencia del politólogo profesional, los ciudadanos de la calle no necesitamos justificar lo dicho antes de las elecciones ahora que Trump ya ganó, pues no nos jugamos el prestigio profesional. Alcanza con describir lo visto, que ya es bastante.

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  • Protectorado

    Aquí hay un protectorado informal, centrado en el gobierno de Jimmy Morales

    Resultó cierto, como se decía antes de las elecciones, que la campaña de Morales carecía de plan de gobierno. Lo hecho —tanto lo bueno como lo malo— parece más fruto de la iniciativa de cada ministro que resultado de una intención global.

    Para los actores más poderosos esto no es problema. ¿Para qué se necesita un plan de gobierno cuando la responsabilidad es táctica? En efecto, aquí hay un protectorado informal, centrado en el gobierno de Jimmy Morales. Vivimos hoy en un «Estado, […] gobierno o territorio que es protegido diplomática o militarmente por un Estado o una entidad internacional más fuerte. A cambio de protección, el protectorado ha aceptado obligaciones […], que varían dependiendo de la naturaleza real de la relación entre ambas entidades».

    Los términos de este protectorado informal, por el lado del haber, los pone la Cicig: mejorar el sistema de justicia y perseguir la corrupción. Por el lado del debe también están claros, nunca más que en la reciente felicitación de la Embajada de Estados Unidos al presidente Morales.

    El lugarteniente del protectorado tiene una sola función, que es operativa: administrar el protectorado a favor del protector. Lo suyo no es la iniciativa, sino asegurar que las cosas caminen sin sobresaltos. Vale por eso revisar el comunicado de la misión diplomática, centrado en tres puntos: la persecución narcomigratoria y criminal que hoy obsesiona a los Estados Unidos en Centroamérica, la garantía de condiciones para la inversión empresarial extranjera y, para ello, el fortalecimiento de la recaudación y del gasto administrativo público.

    En materia de crimen, narco y migración, el comunicado diplomático alude a cuatro avances, escasamente asociados a este gobierno. El primero es la reducción del crimen, que, supongo, se refiere a la visible reducción de los homicidios en los últimos ocho años. Y vaya usted a saber si en efecto la criminalidad general ha bajado. El segundo es el progreso en ¡su propio Plan de la Alianza para la Prosperidad! El tercero es el procesamiento en tribunales de criminales de alta importancia. Yo, en mi ingenuidad, pensaba que los tribunales eran entidades del Organismo Judicial, no del Ejecutivo. El cuarto son las mejoras en seguridad y protección en el aeropuerto. Caben en un cuarto pequeño —tal vez en un baño mediano— los guatemaltecos a los que les afecta este asunto.

    El punto de agenda de inversión extranjera lo centra el comunicado en dos «logros». El primero es la calificación de crédito del país, factor de indudable visibilidad global, pero que, como ya dejó clara la debacle financiera del 2008, dice más de las expectativas de los inversionistas que de mejoras reales en la economía. El segundo apunta a la resolución de casos laborales ante la OIT y en el marco del DR-Cafta, un mecanismo que tiene todo que ver con comercio internacional y solo accidentalmente con el bienestar del trabajador, por la insistencia de algunos legisladores estadounidenses.

    El plato fuerte, con las más claras implicaciones internas, es el impositivo. Aquí la embajada llama la atención, primero, sobre la recuperación de los ingresos. Pero no se confunda: apenas corremos para quedarnos en el mismo lugar, que el tema es nada más recuperar lo que ya había y que Pérez Molina malbarató. Cuando toque ampliar los tributos y empiece otra vez el debate entre que paguen más los que más tenemos o que mejor paguen los que hoy no tributan, allí se verá la fuerza del valiente. Agrega en segundo lugar la mejora en el gasto administrativo (léase austeridad). Cuénteme algo que no haya visto siempre en los primeros seis meses de cada desafortunado gobierno en este reino de lo circular.

    Termina el comunicado con un postre y un digestivo. Primero, el dulce, el tratamiento del agua del lago de Amatitlán, que no porque Baldetti lo haya convertido en circo de negocios turbios debería ser asunto de estatura presidencial. Segundo, un amargo, el halago a la usurpación de funciones que practica el Ejército al construir carreteras y dotar escuelas con mobiliario. Un amargo tenebroso que, en el menor de los casos, remite al interés de Estados Unidos por mantener al Ejército como mandadero en la malhadada guerra contra las drogas y, en el peor, recuerda el interés persistente de algunos en ese país por reactivar el apoyo en equipo bélico a las fuerzas armadas.

    Entonces, todo el comunicado pudo plantearse en clave bíblica, como una parábola perversa que resume hasta aquí la gestión de Morales: «Siervo bueno y fiel, porque fuiste fiel en lo poco, te dejaré sobre lo poco».

    Original en Plaza Pública

  • A nadie le gusta perder amigos

    El objeto del ejercicio político no es mantenerse puro, por mucho que guste, sino asegurar que los propios alcancen el poder del Estado.

    ¡Pero cómo pasa el tiempo, usté! Expresión al ver que se nos ha ido ya medio año. Bien podrían estar usándola estos días en el gabinete de Jimmy Morales.

    En efecto, ya pasó (o se le fue) un octavo del tiempo que tenía este gobierno para hacer algo, bueno o malo. Se acabó hasta la luna de miel más generosa, y el gobernante ha demostrado ser lo que se esperaba: no tan malo como el anterior, incapaz de escapar de la pacatería social y política de su origen clasemediero, con algunos funcionarios buenos y también con gente muy oscura a su alrededor. Tranquiliza la estabilidad económica, usual en este país de ultraconservadurismo monetario, y preocupa el resurgimiento militar.

    Contra ese trasfondo de ni modo, aquí vamos, cada vez más gente pregunta, desde espacios políticos, en columnas de opinión, en redes sociales y en debates de los movimientos sociales, ¿ahora para dónde?, ¿qué sigue?

    La pregunta crítica nunca fue qué han de hacer Jimmy Morales y su gabinete. Su tarea era clara y la están desempeñando: mantener el rumbo conservador, sin sobresaltos, evitando que el tren se descarrile. La reciente victoria —que lo es— en materia del malhadado impulso por sacar a desfilar al Ejército sirve para subrayarlo: la máquina prueba los límites y ajusta para mantener la estabilidad. Ni tanto que queme al santo, etcétera.

    ¿Dónde está, entonces, la agenda? Seguramente no está en el Ejecutivo ni en la élite empresarial contenta con que se minimicen los daños al statu quo. El Ejército apenas intenta recuperar terreno mientras la Embajada y sus amigos se enfocan en tachar pendientes en la agenda narcomigraeconómica.

    Puestos contra esta pared del business as usual, sospecho, no queda más que seguir en el trabajo aburrido, en el tejido de relaciones y acuerdos entre gente lo suficientemente parecida para querer el mismo bien, aunque sean distintos en esas dicotomías que han hendido toda nuestra historia: urbano-rural, pobre-rico, indígena-mestizo, izquierda-derecha, gay-hétero, militar-civil, y así en todo. Toca amarrar la secular resistencia indígena con la persistente indignación urbana. Toca insertar el interés clasemediero como puente entre la miseria rural y urbana y el impulso comercial de algunos en la élite económica. Toca encontrar un lenguaje conciliador para que el machista miedoso que llevan dentro la mayoría de los chapines —élite, clasemedieros, indígenas y mestizos por igual— no huya horrorizado cuando descubra que el amor no es heterosexual por definición y menos por necesidad. Toca encontrar la moderación como virtud política ante los extremismos que se alían para reventarlo todo en mil pedazos.

    El problema es que el impulso extremista pareciera ser parte de lo que nos define como sociedad política. Hipócrita, traidor, solapado, cobarde: no tardan los epítetos de los amigos cuando alguien propone postergar la agenda radical en favor de la conciliación táctica. Al empresario de élite que tiende puentes, sus iguales lo condenan por acercarse a los manidos comunistas. Al activista progre no le hacen falta enemigos. Apenas se aparta de la estrecha senda radical, son los de su propio bando los primeros que lo descalifican: por su historia, por su extracción social, por la impureza de sus intenciones.

    Sin embargo, el objeto del ejercicio político (y sí, esto es político aun cuando no sea partidista) no es mantenerse puro, por mucho que guste, sino asegurar que los propios alcancen el poder del Estado. Entendamos: sin poder no se hará nada, ni bueno ni malo. Con poder se hace cualquier cosa, incluso lo malo —que no tiene nada de nuevo—. Conseguir ese poder pone una agenda con dos tácticas: por una parte, debilitar el mal poderoso; por la otra, fortalecer el poder del bien.

    Debilitar el mal poderoso es algo que ya emprendieron el MP y la Cicig. Hasta la Embajada de los Estados Unidos está en eso por sus propias razones. Y por ahora persisten en ello. Pero solo alcanza a quienes sean perseguibles. ¿Cómo disciplinar a los pícaros dentro del Congreso, en las instituciones, en las empresas, en los Gobiernos municipales, en la propia sociedad? Solo la ciudadanía llega allí.

    Fortalecer el poder del bien significa, primero, trabajar con gente que nos pone incómodos. Significa ganar adeptos. Hacerlo exige encontrar temas de consenso y, lo más difícil, dejar de lado temporalmente temas importantes, algunos puntos de agenda que prioriza cada uno, pero que no comparten todos. Quizá hasta se pierdan amigos —ojalá que no—, pero nadie dijo que la política —ni siquiera la mejor intencionada— sea bonita.

    Original en Plaza Pública

  • Entrevista: Purgatuitorio Sesión 83

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    Entrevista por Javier Martínez y Kiki Kornholio, Purgatuitorio.

  • Ciclo largo, ciclo corto

    Debemos entender que el latrocinio de Pérez Molina y de Baldetti no es un accidental haber dejado entrar a los bribones a la casa del tesoro. Más bien, esta es la forma en que los pícaros cobran hacer gobierno en favor de los injustos.

    Seguramente conoce la historia. Ptolomeo y muchos antes de él pensaban que la Tierra estaba en el centro y que los astros giraban en torno a ella. La evidencia astronómica no coincidía con el planteamiento, así que hizo falta inventar epiciclos —vueltas que los astros tendrían que dar encima de sus propias órbitas— para explicar las discrepancias entre lo observado y lo pensado.

    Copérnico, combinando razón con evidencia, llegó a la conclusión correcta: la Tierra no es el centro. Incluso el Sol, especuló, no es sino un actor menor en la trama universal. Galileo lo constató con su telescopio al ver lunas que giraban en torno a otros planetas.

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  • La ciudad, territorio cedido

    La causa indígena y sus líderes tendrán que venir a la ciudad. Lo suyo no tiene por qué ser eternamente un campesinado pobre.

    Cinco siglos en estas tierras cuentan una historia de invasión. Como toda invasión, es una historia sencilla: alguien tiene una tierra, otro la quiere. Entra en su territorio y se la quita con violencia.

    A veces la invasión es repentina y la tierra se pierde de golpe. Otras, la mayoría, es una usurpación paulatina. Cien años de tratados mendaces hicieron falta para que Estados Unidos redujera a los indígenas a las reservaciones mínimas que hoy habitan.

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