Se armó la de Troya. Anders Kompass, embajador de Suecia, dijo que para combatir la corrupción necesitamos «medicina fuerte».
Ante el reporte inexacto, amigos y enemigos malinterpretamos que se refería a la nuestra como una «sociedad corrupta». Saltaron inmediatamente los seculares y fascistas promotores del malhadado honor patrio. Otros, queriendo rescatar nuestra dignidad buenchapina (usando el sardónico pero preciso término de Juan Pensamiento), señalaron que no puede condenarse a toda una sociedad cuando el problema es de instituciones.
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