Tag: élites

  • Tareas para el Frente Ciudadano (o para el ciudadano del frente)

    Tareas para el Frente Ciudadano (o para el ciudadano del frente)

    Nuestro entorno noticioso es como carrusel de feria: cada vez un caballo distinto, pero la música es siempre la misma. La prensa da la sensación de estar en una ronda sin fin: por más cosas que suceden, nunca cambia nada. Cada noticia es desplazada de inmediato por otra más escandalosa. Hace apenas dos semanas se lanzó el Frente Ciudadano contra la Corrupción y ya parece tan remoto, pues ha sucedido de todo. Para recordar lo más visible: un accidente estrepitoso en carretera, el aniversario de la catástrofe en ese que no fue ni hogar ni seguro para 41 niñas, una nueva amenaza de Jimmy Morales por quitarse de encima a Iván Velázquez y, como tapa del pomo, el alcalde sempiterno vuelto a escabullirse de la justicia, que le muerde los talones.

    Por eso debemos cotejar la información y volver a las cosas más significativas. Porque, no se engañe, hay cosas que son solo entretenimiento. Como la novela del alcalde resbaloso, que ya perdió el juego, así no pase una sola noche en prisión y vocifere cada día más. Le ganaron Portillo, Pérez Molina y Colom en el camino a la cárcel. Le ganó Ríos Montt en zafarse de la justicia. Por más que alardee, arruinó su reputación.

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  • Frente Ciudadano contra la Corrupción: lo bueno y lo insuficiente

    Frente Ciudadano contra la Corrupción: lo bueno y lo insuficiente

    Es muy positivo el lanzamiento del Frente Ciudadano contra la Corrupción. Aplaudo sin reservas esta manifestación amplia de rechazo a la corrupción y de respaldo al Ministerio Público y a la Cicig. Me alegra ver en una sola tarima un grupo tan diverso y me sumo a su lucha.

    Por supuesto, no ha faltado quien rechace la iniciativa, ya porque la impulsan empresarios cuestionables y tardos en apuntarse, ya porque tiene miembros de la izquierda. Pero la política es hacer alianzas improbables. Y la buena política las hace para conseguir los mejores resultados. De modo que, si la intención es luchar contra la corrupción, enfermedad que afecta a todos, por supuesto que reunirá un grupo diverso y disonante.

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  • El enemigo de Felipe Bosch

    El enemigo de Felipe Bosch

    Reconozcamos a la Fundesa su persistencia. Agradezcamos su producción de estudios y propuestas, que nunca sobran.

    Con tal de que se subieran al tren de la historia, hasta valió la pena pasar por alto la ironía de que la fundación empresarial llamara a su proclama de 2013 el Primer Acuerdo Nacional sobre Desarrollo Humano.1 Así Naciones Unidas le llevara dos décadas de ventaja y tuviéramos dos pactos nacionales al respecto: la Constitución de 1985 y los acuerdos de paz. Y fue bueno que ese primer acuerdo de la élite con el desarrollo humano fuera firmado por Felipe Bosch, presidente de dicha fundación ahora como entonces.

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  • Una disciplina caduca

    Hace falta, ¡urge, más bien!, que desde la derecha y desde el seno de la élite económica haya quienes se atrevan —públicamente y sin ambigüedad— a disentir de la línea oficial, tradicional y sempiterna del sofocante consenso del Cacif.

    Las imágenes que construimos en el discurso público exageran los rasgos negativos de aquellos a quienes criticamos. Y también exageran los rasgos positivos de aquellos a quienes apoyamos.

    Así, Jimmy Morales termina pintado por sus contrincantes como un simplón, títere de militares. Mientras tanto, los constructores de hidroeléctricas describen a Rigoberto Juárez y a otros líderes indígenas como cuatreros inescrupulosos. Y entre todos imaginamos como imparables genios del mal a los narcopolíticos que se mueven en los entretelones del Congreso.

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  • Ricotenango y Pobretenango

    El reto es que las élites —económica, social y urbana— nos acostumbramos a resolver la cosa a nuestro antojo, poniendo nuestras reglas, así sea caro e ineficiente.

    Se armó la de Troya con el más reciente jueves de Cicig. Otra veintena de capturas, seis más pendientes a nivel internacional. Ya no cabe la gente en el Mariscal Zavala.

    La novedad no es destapar el contubernio sistemático entre gobernantes corruptos y empresarios corruptores. La novedad es que hoy no quede excusa para negarlo, aunque algunos vean la tormenta y no se persignen: un banco más preocupado por su reputación que por poner distancia con los acusados. Un opinador oficioso que quiere restringir la libertad de expresión porque, hoy sí, la prensa muestra sin tapujos que arriba también hay vulgares ladrones.

    Se entiende la resistencia. La explicación llegó justo un día antes del tsunami judicial y le recomiendo leerla: es el miedo el motor más fuerte de la conducta de la élite económica. Ese sentimiento que paraliza, que hace apostar por el camino conocido aunque sea equivocado.

    Ya pasó la ola gigante (al menos la del jueves). Toca levantarse, sacar el agua y construir. Pero no bastará con limpiar la corrupción para volver a lo mismo. Los miembros de la élite que afirman tener voluntad de cambio deben demostrar hoy que son distintos. Ya no cabe aquí la vieja disciplina miedosa que no los ha dejado romper filas.

    Pero, para ser eficaces, tampoco bastará con denunciar. Hará falta saber qué cambiar. Yo le sugiero que el verdadero reto es deconstruir los dos medio Estados en que vivimos y crear uno solo que sea para todos. Me explico. Como Voldemort, rival de Harry Potter, parasitando el occipucio de Quirinus Quirrel, hoy tenemos dos Estados: Ricotenango, que sirve a los pocos, que sirve a la élite; y Pobretenango, que es para los demás.

    ¿No me cree? Valgan los ejemplos. Pobretenango pone los centenares de gente mal pagada y mal equipada que necesita la administración pública para operar. Los prepara en el INAP sin presupuesto, sofocado por la humareda del bulevar Los Próceres. Ni siquiera su sitio web funciona. Ricotenango forma sus propios funcionarios para su propio futuro, en su propia Escuela de Gobierno, pagada de su propio bolsillo y montada en su propio complejo comercial-domiciliar chilero.

    Pobretenango educa para el trabajo a la gran masa de estudiantes de secundaria que viven en las barriadas de la capital, en Villa Nueva y más allá. Los acomoda en el Belén y en el Imrich Fischmann, donde el Mineduc tiene años sin un centavo para libros de texto ni talleres, donde entre docentes y estudiantes ajustan para financiar su propia educación «pública, gratuita, laica y obligatoria». Ricotenango educa a nuestros hijos en sus colegios privados. Y si se trata de formar a nuestros empleados, allí está el Intecap. Chilero.

    Pobretenango entretiene a la masa, empleadas de hogar y policías privados, en la Plaza Central la tarde del domingo. Ricotenango entretiene a sus empleados en el Irtra. Y si son gerentes, mejor aún: pase a las posadas de pago extra. Chilero.

    Solo reconocemos la dicotomía cuando no alcanzan los dos Estados a soslayar los problemas: un aeropuerto de pobres sin aire acondicionado, vergüenza de la élite que regresa de Miami; una cárcel VIP que no alcanza para los hombres y nunca acomodó a las mujeres. Bienvenidos a la realidad.

    El reto es que las élites —económica, social y urbana— nos acostumbramos a resolver la cosa a nuestro antojo, poniendo nuestras reglas, así sea caro e ineficiente. Así toque aguantar el chantaje moral de donativos basados en no pagar impuestos. Así toque seguir tributando a Ricotenango (¿qué piensa que son las cuotas del Irtra, las del Intecap o los diezmos?). Luego no queremos contribuir también con Pobretenango y lo dejamos naufragar. Terminamos poniendo malas soluciones privadas a grandes necesidades públicas, así nos llamemos Gutiérrez, Luna o Alvarado.

    No se apure a señalar con el dedo, que no todo es malicia. Muchas veces es encontrar respuestas insatisfactorias a debilidades de 35 años de mala democracia, de 60 años de mala patria. Pero superar la cosecha de bribones que hoy recoge la Cicig exigirá también rebasar esas malas respuestas. Debemos superar el miedo de la élite. Esto exige romper el círculo vicioso de la desconfianza, esa desconfianza institucionalizada que dice que, si no resuelvo la cosa a mi modo y en privado, no pasará. Esto exige tomar un riesgo calculado, establecer mecanismos intermedios, pero apostar a un destino público y para todos, no privado y para algunos. Es comprometerse valientemente la élite con la transición en plazos específicos, hacia un Estado fuerte, hacia un fisco suficiente para mantenerlo, y luego ayudar a que suceda.

    Original en Plaza Pública

  • La mujer del empresario

    Las jóvenes de la élite tampoco están contentas con este fastidioso statu quo. ¿Acaso no se han formado con igual o más esfuerzo que sus hermanos? ¿Acaso no tienen sueños y recursos para concretarlos?

    Recientemente, el Cacif ha figurado bastante en los medios. Como pasa siempre que alguien sugiere que la élite cargue con su parte en el financiamiento del Estado, la patronal no perdió tiempo para rechazar que pudieran contribuir a financiar la justicia. Eso de la responsabilidad se les da muy mal.

    Por mi parte y como siempre, veo la foto de los líderes empresariales y lo que vuelve a llamarme la atención es la ausencia de mujeres. Queriendo verificar si es simple casualidad o prejuicio mío, hago una búsqueda en internet. Pongo simplemente «cacif» en el buscador de imágenes. Entre las 100 primeras fotografías solo encuentro 2 con mujeres. En una se trata de una persona que está de espaldas a la cámara. En la otra son 3 mujeres indígenas, en segunda fila.

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  • ¿Un conservador atrevido?

    El conservador atrevido salta sin red, pues entiende que si no lo hace nunca será creíble, nunca será digno de confianza.

    Hace un año publiqué un ensayo en la revista Nueva Sociedad sobre las nuevas derechas en Guatemala. Entre estas destacaba una que llamé los reformistas tímidos: hijos de la élite que quieren algo mejor, que saben que les conviene cambiar, pero que no se atreven a romper abiertamente con la tradición oligárquica.

    Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente. Abril marcó un parteaguas. La ciudadanía perdió miedo y se deshizo de un presidente y de una vicepresidenta corruptos, casi un centenar de exfuncionarios y hasta algunos empresarios enfrentan a la justicia y fue electo un outsider ¿cándido? como siguiente mandatario. Desde las aduanas, la ola de anticorrupción que desató la Cicig se expande a los servicios de salud e incluso amenaza con mojar los pies del inexpugnableliderazgo empresarial.

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  • Diálogo entre don Avarino Cacifón y el administrador de su fábrica de tortillas

    Cualquier emprendedor lo sabe: primero se invierte, luego se produce y finalmente se gana. Estos, en cambio, lo quieren al revés.

    Parado en la esquina del mercado, mientras esperaba el bus, era imposible no escuchar la conversación. El hombrecito moreno pedía con insistencia, y el otro, un tipo gordo y rosado, iba levantando cada vez más la voz.

    Don Avarino, fíjese que necesito más plata pa’ la fábrica de tortillas, que la cosa no está caminando, usté.

    —¿Cómo así que no está caminando?

    —Pues sí. Fíjese que no está saliendo la cantidad de tortillas que necesitamos.

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  • ¿Quién dejó salir al perro?

    Por supuesto, salgamos a perseguir al perro para que vuelva a entrar a la casa. Pero a la vez hay que cerrar la puerta para que no se vuelva a salir.

    La Cicig y el MP han hecho evidente la corrupción extensa en el Gobierno y la política. Han mostrado cómo los intereses ilícitos particulares prevalecen sobre las decisiones gubernamentales. Jueces y administradores terminan respondiendo al dinero antes que al interés común.

    Establecida esa relación, la mafia va más lejos. Captura directamente los recursos del Estado. Cierra contratos mañosos, como en el caso del IGSS, o roba descaradamente los fondos públicos, como en el caso de La Línea.

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  • ¿Por qué todos ven el Estado como fuente de riqueza?

    Para entender lo patrimonial de este Estado no basta espulgar la cosa pública, pues Estado patrimonial y mercado excluyente son dos caras de una misma moneda.

    El 28 de mayo, Phillip Chicola escribió en Contrapoder un análisis interesante. Su argumento en El Estado como botín es que las clases medias nos hemos levantado contra un sistema patrimonial que ve el Estado como fuente de riqueza.

    La mecánica que descubre es sencilla y está bien descrita: los actores políticos buscan espacios de incidencia para acceder al poder del Estado. Si no lo depredan directamente, al menos intentarán morder las orillas del pastel público por medio de contratos ganados con maña, repartiendo empleos o desviando la inversión social. En este contexto, el financiamiento de campaña es un préstamo a restituir cuando se llegue al poder, y el primer criterio de selección de burócratas no es la idoneidad técnica, sino su docilidad para satisfacer las demandas de los voraces financiadores. Inmersos en esta carrera por controlar el poder y dispensar la riqueza pública encuentra Chicola, en primera instancia, a los partidos, pero también a otros actores organizados, incluyendo «sindicatos, grupos indígenas, profesionales, etcétera».

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