Dice el refrán que «en la unión está la fuerza». Pero a veces convienen socios con menos fuerza y más justicia.
Caracterizamos la democracia como sistema político en el que todos tenemos similar oportunidad de participar. Pero aún en las sociedades más democráticas los pocos que tienen muchos recursos —a quienes llamamos élite— tienen más capacidad que los demás para conseguir su voluntad.
Ante eso es fácil (y conveniente) olvidar que los ricos también son ciudadanos, con iguales derechos y obligaciones que las demás personas. La diferencia es que, así como el Estado busca ampliar las oportunidades para que los más pobres ejerzan sus derechos, para con los más ricos conviene limitar el riesgo de que abusen de las instituciones a través del poder que da su riqueza. Ampliación de oportunidades y limitación de riesgos son anverso y revés de lo mismo: asegurar que todos gocemos de iguales derechos.
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