Hoy que celebramos, reconozcamos que las elecciones no serán la inauguración de un nuevo gobierno. Son el sepelio de un régimen.
Es célebre la máxima de Carl von Clausewitz, que dice que «la guerra es la continuación de la política por otros medios». Cuando en 1954 se cerraron los espacios a la democracia, bastaron pocos años para desatar la violencia. Entre resistencia guerrillera y represión militar, lograron nuestros padres —despojados de su dignidad y del poder de su voto— hundirnos en un charco de sangre sin fondo.
Pensamos que la noche terminaba, cuando en 1986 regresamos a la institucionalidad democrática. Imaginamos que la luz se ampliaba con firmar la paz en 1996. ¡Cuán ingenuos fuimos! Siempre acertado, Foucault había puesto ya de cabeza a Von Clausewitz al afirmar que «la política no es sino la continuación de la guerra por otros medios». No queríamos sangre, de acuerdo. Pero de ahí a que los poderosos renunciaran a su poderío había una brecha insalvable. Nadie abandona la ventaja si no se le arranca a la fuerza.