Tag: compromiso

  • No basta con estar encabronado: hay que estar empadronado

    No basta con estar encabronado: hay que estar empadronado

    Aquí las opciones son solo dos: o actuamos o nos usan.

    Una palabra describe el mandato de Morales. Una palabra lo define. Es un gobierno insolente. El revoltijo de incompetencia, corrupción, cinismo, violencia y defraudación que combina este gobierno se resume en esa palabra: se concreta en insolencia. Cada vez su intención es más descarada, más alevosa, más arrogante.

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  • Tres miedos

    El miedo moral hace evadir la causa de la justicia, no alborotar las cosas. Que sean otros los que salgan a pelear la batalla en la calle, en los tribunales.

    De niño siempre envidié a los compañeros que no temían a las alturas. Ésos que sin consideración se subían a la rama más alta del árbol o caminaban sobre el borde de la pared.

    A la fecha sigo siendo inútil en esto. Extenderme sobre el balcón de un edificio alto me revuelve el estómago, aunque la razón me diga que la barandilla no me dejará pasar de allí. Para mi consuelo, con los años he descubierto que, comparados con el mío, hay miedos peores. Encima, miedos cuyas víctimas andan por el mundo sin siquiera admitirlo. Aparte de los miedos físicos, como el mío, hay al menos dos que preocupan más. Los llamaré aquí el miedo pecuniario y el miedo moral.

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  • Dos formas de hacer política

    Si no actuamos de forma organizada, aquí seguirán ganando los malos.
    Es difícil mantener la esperanza en Guatemala. Cada día hay novedades. Sin embargo, y a pesar del ruido, ¡pareciera que nada cambia!

    Haga las cuentas y verá. Pregúntese qué ha quedado de las modificaciones a la Constitución, las reformas al sistema electoral y de partidos políticos, la despenalización de las drogas. Busque el camino de la prosperidad de la minería o el canal seco. Note que el Ministerio de Educación y los normalistas retoman al debate, vuelta sobre vuelta, y la educación pareciera no cambiar. Los pobres siguen pobres, los campesinos siguen fuera de la jugada, los ricos siempre mandan y los narcos igual acaban con quien se les ponga enfrente. Para rematar, el ejército (más bien la casta militar) recupera sigiloso su inaceptable ascendencia sobre el aparato público.

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