Tag: clases sociales

  • Llevan las de perder

    ¿No les parece que ya es hora de sacar la cuenta? Tanto esfuerzo, tanto resistirse, tanto estorbar, y ni siquiera están logrando quedarse en el mismo sitio.

    Hace 488 años vino a estas tierras un señor con quien comparto apellido. Decir que era malo es poco. Sagaz, valiente y sanguinario. Genocida, torturador y esclavista, barrió con civilizaciones. A pesar de ello, hoy los herederos de sus víctimas siguen allí, contestatarios, muchos en número, cada vez más en organización.

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  • Malos y Buenos

    Malos: los necios que dicen que el problema está en que los pobres no tienen acceso a tierra. Buenos: los que mejor reportan sobre el día de la madre que decir mucho sobre un municipio huehueteco. Si tan buenas que son las madrecitas.
    Buenos: los que se indignan porque se dude de Ricardo Arjona, ¡y encima tan lindos los paisajes de fondo de su anuncio!Malos: los que armaron Mi Familia Progresa, no tanto por corruptos, sino porque crean dependencia en los pobres. Malos: los académicos que cuestionan que el arte se use para vender gaseosas. Malos: los necios izquierdosos que siguen defendiendo a la shumada de manifestantes.

    Buenos: los que mancharon la cara de la estatua de don Tasso en la Sexta Avenida para expresar las demandas populares. Bueno: el alcalde de la capital, que le puso playeras verdes a los voluntarios que salieron a limpiar la Sexta después de que la mancharan los expresivos manifestantes.

    Buenos: los que ponen posts motivacionales en el Facebook. Buenos: los que cuestionan las investigaciones de la CICIG sobre el caso Rosenberg, aunque haya un montón de evidencia, porque nunca se sabe, usté. Bueno: el sector productivo que nos da de comer a todos, así que agradezcamos, y mejor si es con exenciones fiscales. Buenos: los que con puño firme llevan los destinos de la nación, así sea sin consultar.

    Malos: los mano-aguadas que con voz apagada dejan que en la prensa se diga cualquier cosa de ellos sin pagar violencia verbal con violencia física, por cobardes. Malos: los vividores de las ONG, que andan con plata extranjera metidos con los campesinos. Comunistas han de ser. Malos: los que no creen en Dios y les dicen a las jóvenes que usen anticonceptivos. Al infierno irán a parar por insinuar que tengan sexo.

    Buenos: los que saben que la solución de todos los problemas de la educación está en los colegios y universidades privadas. Buenos: los que defienden a la Tricentenaria Universidad de San Carlos, así nomás, por vieja. La autonomía es más importante que una pinche calidad académica. Buenos: los técnicos que no se meten en política, porque es más importante la institucionalidad que el cambio.

    Malos: los necios que dicen que el problema está en que los pobres no tienen acceso a tierra y medios de producción para salir de la pobreza. Ya quedó claro que aquí reforma agraria, nunca. Malos: los diplomáticos europeos metiches, y el presidente del Banco Mundial, que andan criticando lo que pasa aquí. Que no se metan. Al fin, razones tendremos los chapines para no decirlo.

    Malos: los que viven en un cañaveral, ante el engaño persistente de una empresa y la sordera del gobierno. ¡Péguenle fuego a sus champas! Malos: los que se abalanzan contra un destacamento militar, exasperados ante la intimidación de una empresa y la sordera del gobierno. ¡Cácenlos como animales, son peligrosos! Además, ni derechos tienen, ya nos lo aclaró la autoridad.

    Buenos: los que salen a poner orden en un pueblo desesperado. No con policía, sino con soldados. Buenos: los que dirigiendo periódicos, mejor reportan sobre el día de la madre que decir mucho sobre lo que pasa en un municipio huehueteco. Ay, si tan buenas que son las madrecitas.

    Malos los que critican, los que cuestionan, los que resisten; lo que no se conforman, los que quieren cambio. Buenos los que callan, los que no miran y no preguntan. Buenos los que aceptan y agradecen. ¿Entendió? Ahora vaya a postear la foto del perro en Facebook, y deje de hacer preguntas.

    Original en Plaza Pública

  • Élites sí, elitistas no

    En una democracia madura, la riqueza no es fuente de derecho. Más aún, en un marco ético progresista, la riqueza es causal de responsabilidad.
    Atribuye el Nuevo Testamento a Jesús palabras que dicen que “a los pobres siempre los tendréis con vosotros” (Juan 12:8). Lo que la cita no dice pero insinúa, es que a los ricos también los tendremos siempre con nosotros.

    Esta observación obvia esconde la peculiar dinámica que subyace a cualquier economía: tener recursos hace más fácil obtener más riqueza, y su ausencia lo dificulta. Por ello, la distribución de la riqueza en la sociedad tiende a estabilizarse de forma que unos pocos tienen mucho, y muchos otros tienen solo poco. Esto tiene implicaciones importantes al considerar las necesidades de redistribución, pero dejemos este punto a un lado, aunque sea importante.

    Parto aquí de un hecho sencillo: a menos que queramos embarcarnos en la insensatez de algunos comunismos utópicos –y francamente Guatemala no da señas de estar ni cerca de ello– tenemos ricos para rato. Centrémonos en vez en pensar acerca de esos ricos: los pocos, los afortunados, los que en verdad existen en Guatemala, y su relación con la sociedad.

    En semanas recientes hemos visto en medios y redes sociales una creciente disposición a discutir el lugar de las élites en Guatemala y sus vinculaciones con otras clases sociales. La reforma fiscal, el incidente Pepsi-Arjona-Espacio Intergeneracional, el señalamiento de supuestos financiamientos de cooperación internacional a iniciativas “terroristas” y la marcha campesina antes de la Semana Santa. En todos, la opinión pública se decantó por definiciones de “buenos” y “malos” en función de su extracción social, y de las alianzas entre clases que ejemplifican. En estas dos semanas, el subir y bajar del termómetro de la blogosfera se marcó en torno al incidente Luna de Miel: competencia desleal donde las exigencias del público a los actores se pintan con matices clasistas, tanto para arriba -hay quienes ven natural que los empresarios pequeños deban alinearse con los grandes-, como para abajo -están los que sentencian que el empresario pequeño se debe a la clase media que le dio origen.

    En todos los casos, el debate tiene algunos temas recurrentes: ¿se le debe agradecimiento y lealtad al “sector productivo” por su contribución a la economía y la sociedad?, ¿son inherentemente justos los medios y las causas de los pobres? ¿Pesa la extracción social en el mérito que tienen los esfuerzos benéficos o de solidaridad social que emprenden las personas?, ¿se es intrínsecamente bueno o malo en función de la riqueza que se goza, o la pobreza que se sufre?

    Hará falta aún mucha tinta y mucha saliva para dar respuestas sensatas sobre estas y otras preguntas; y el silencio será mucho menos útil para ello que la crítica estridente. Sin embargo, algunas afirmaciones pueden hacerse ya. La primera es que, en una democracia madura, la riqueza no es fuente de derecho. Más aún, en un marco ético progresista, la riqueza es causal de responsabilidad. Por el lado negativo, porque el acceso a más recursos crea tentación y capacidad de usarlos mal, y esto debe vigilarse y controlarse. Por el lado positivo, porque la riqueza compromete con usar el privilegio para el bien de todos.

    Al hablar de los ricos, nos conviene reconocer que “élite” no es muy útil como término peyorativo, sino que sirve más como un descriptor de hecho. A la vez debemos rechazar con energía el elitismo, la manía trasnochada de pensar que quien cae bajo ese descriptor es mejor, tiene más derechos, o mayor dignidad que los demás.

    Original en Plaza Pública

  • Élites sí, elitistas no

    En una democracia madura, la riqueza no es fuente de derecho. Más aún, en un marco ético progresista, la riqueza es causal de responsabilidad.

    Atribuye el Nuevo Testamento a Jesús palabras que dicen que “a los pobres siempre los tendréis con vosotros” (Juan 12:8). Lo que la cita no dice pero insinúa, es que a los ricos también los tendremos siempre con nosotros.

    Esta observación obvia esconde la peculiar dinámica que subyace a cualquier economía: tener recursos hace más fácil obtener más riqueza, y su ausencia lo dificulta. Por ello, la distribución de la riqueza en la sociedad tiende a estabilizarse de forma que unos pocos tienen mucho, y muchos otros tienen solo poco. Esto tiene implicaciones importantes al considerar las necesidades de redistribución, pero dejemos este punto a un lado, aunque sea importante.

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