Tag: clase media

  • Elecciones, lecciones y precauciones

    Elecciones, lecciones y precauciones

    Elecciones

    Pasaron ¡al fin! las elecciones. ¿Qué nos quedó? Uno de cada cuatro votantes escogió a Sandra Torres. Poco, considerando que la UNE tiene organización, experiencia y dinero. Y que Torres vendió el alma a la élite económica (una raya más para el tigre) con tal de conseguir una tregua. Pero ella sabe que igual se gana la carrera por 1 metro que por 100.

    Alejandro Giammattei, como segundo, viene casi 12 puntos detrás a pesar de cuatro intentos previos. Es el primero de los perdedores. Perdón, el primero de los mejorquesandras del Cacif. Quizá se deba a Mulet, tan parecido a Giammattei en su humanismo que no lo es. Quizá juzgarían los dueños de la finca que, aunque el caudal de los dos juntos pasaba a Torres, separados daban a los votantes conservadores impresión de opciones sin amenazar el segundo lugar. Juzgarían que, si consiguen que pierda Torres, igual dará que sea por 1 metro que por 100.

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  • Por el camino

    Por el camino

    Juan no entiende por qué le va tan mal. Pone la vista en el camino, pero tropieza continuamente. Allí están los bordes de la vía, bien visibles. Sin embargo, con cada paso, Juan se sale de la vereda.

    Usa como punto de referencia la escultura del antepasado, visible en la distancia. Como los valores liberales del prócer, su monumento debería ser un buen faro: sólido, firmemente asentado sobre una peana que le da altura. Bastaría con centrar la mirada en él para trazar un camino recto.

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  • Redención

    «No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal. No volveré a escribir sobre aumentar la carga fiscal» (Bart Simpson).

    Todo médico sueña con nombrar una enfermedad desconocida. Pienso que se me ha cumplido ese sueño. Hoy documento una dolencia nueva, identificada entre lectores guatemaltecos. Es la dislexia antifiscal.

    Por cuatro semanas —y prometo que esta quinta será la última— escribí sobre la necesidad de aportar más recursos para la cosa pública. Argumenté que tenemos décadas de no invertir. Aduje que debemos comprometernos con el volumen de recursos tanto como discutir su destino u origen. Argüí que el problema es urgente. Y sugerí que esto exige una sólida voluntad política, ya que la causa de los ingresos fiscales nunca tendrá un tiempo propicio. Pero algunos lectores —al menos los generosos que se toman el tiempo para comentar en Plaza Pública o en las redes sociales— leyeron una sola cosa: ¡pague, pague!

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  • Por qué escribo: pensar la ciudadanía clasemediera

    Rara vez los clasemedieros llevamos la voz cantante. No gozamos de las certezas que dan el dinero y la pobreza, y nuestro cómodo pero precario bienestar nos hace parcos para alterar lo que ya camina, aunque camine mal.

    Hay de todo entre quienes tenemos el privilegio y la responsabilidad de escribir una columna en alguno de los medios nacionales. En un extremo están los que consiguen información en primicia y, además, la analizan con precisión y pertinencia.

    Son los periodistas profesionales que además forman opinión. Y son los menos. Cuento entre ellos, por ejemplo, a Gustavo Berganza, a Juan Luis Font, a Martín Rodríguez, a Phillip Chicola. Ponen los mojones de la opinión pública creíble.

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  • A partir de un veinticinco de abril

    Los 32,000 del sábado tienen una primera tarea, todos la tenemos: ¡ser más!

    Sonó fuerte el primer aldabonazo llamando a una nueva democracia. Se perdieron el miedo y la apatía. Participaron casi 32,000. Otros muchos los seguimos de cerca y de lejos. Fue una fiesta que combinó indignación, humor y determinación. Hartos de abuso, debemos barrer la casa, pero al menos una tarde celebramos.

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  • Navidad en la Sexta Avenida

    Esta multitud representa aún una rareza guatemalteca: la nueva clase media. Son el escaso número de personas que ya no son pobres, pero podrían serlo. Son a la vez combustible y lubricante del gobierno y de la economía.

    Es como un Motagua humano. Un río ancho, lento y caliente de gente que se mueve por la Sexta Avenida, disfrutando del descanso de sábado.

    El Alcalde, a partes iguales político sagaz, benefactor populista e inversionista en bienes raíces, reconoció que hacer peatonal la Sexta era una movida inteligente. El Parque Central siempre fue el mar en que se vaciaban sus aceras. Agregar una pista de hielo y entretenimiento variado en el parque no ha hecho sino aumentar el caudal.

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  • Atrapados en el juego

    Y pensar que ella podría haberse dedicado al negocio familiar, en vez de meterse en estas.

    Sentado en el auto, la espera se hace eterna. El calor y la falta de aire dentro del vehículo van aumentando la tensión. «¿Qué pasó?», pregunta la gente. Lentamente viaja el rumor por la hilera: un bloqueo en la ruta, una manifestación.

    Juan golpea irritado el timón. Se levantó a las cuatro y media, precisamente para evitar el tránsito en la carretera y cubrir a tiempo su ruta de ventas; y todo para venir a parar acá, atorado. «Desocupados», masculla mientras enciende la radio. Una mujer fresa –siempre se reconocen por el acento nasal– ya está despotricando. «¿Para qué vamos a pagar más impuestos? Si aquí lo que necesitamos es una república. Una república.» ¿De qué diablos estará hablando? Él lo que quiere es que lo dejen en paz. Exasperado, siente que no tiene ningún control sobre su vida.

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  • El crecimiento sin equidad, no crece

    Se nos han ido los años queriendo crecer con mirada de corto plazo, pidiendo prebendas para el que ya tiene, con la excusa de que producirá más. Aunque tres décadas de exenciones no hayan acelerado la economía, y la pobreza persista.

    Supongamos que juntos ganamos 100 quetzales al mes. Supongamos que para llegar a fin de mes se necesitan 15, que usted gana 20 y yo 80. Usted está contento: tiene para vivir y le sobran cinco.

    Yo estoy aún más contento. De mis 80, uso 15 y me quedan 65. Ahora supongamos que para vivir hacen falta 25. Yo sigo tranquilo: me quedan 55, que es bastante. Pero usted está en aprietos: le faltan cinco para llegar a fin de mes. Dicho en sencillo, es pobre. ¿Qué hacer?

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  • Y aquí, ¿por qué tan calladitos?

    Clase media: una masa móvil que hoy se sume en la angustia por aspirar entre iPhone y justicia, que complica la vida de los gobernantes, y en Latinoamérica marca el signo de los tiempos.
    A nivel global estos han sido tiempos de protesta. Junio abrió con el puente del Bósforo atestado de turcos inconformes.

    No pasaron ni tres semanas para que al otro lado del globo, esta vez en nuestro continente, fueran convocadas multitudes brasileñas, enormes como su país. En ambos casos la queja puntual −por la defensa de un parque en un caso, contra un incremento en el costo del transporte público en el otro− fue atendida con una respuesta policial. Como corolario, aumentó rápidamente la indignación ciudadana y se multiplicaron las causas, que traían como signo común la frustración: contra los recortes a las libertades civiles en Turquía, contra la burocracia inoperante en Brasil, contra la corrupción en ambos casos.

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  • Y nosotros, seguimos comprando el Frankenstein

    ¿Con qué pagarán sus cuentas, de dónde sacarán las migajas para vivir bien cuando se acabe el jolgorio, cuando pase la condena?

    Afanosos los aprendices de brujo, le pasan la herramienta al genio malvado. Con empeño ayudan los ingenuos, desenterrando y desmembrando. Aquí una pierna, allá una mano, para armar el engendro.

    Miopes apostadores desenfrenados, haciendo gobierno. En el Ejecutivo y en la casa de citas que legisla se escucha el ruido de la carpintería mañosa. Serruchan, clavan en sus negociaciones las piezas que no casan. Pero son los parales del mismísimo cadalso del que habrán de pender sus clasemedieros cuellos políticos, cuando ya no le sirvan al Poder.

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