En las ciencias sociales y la filosofía, hace rato rugen furiosos los debates entre los estructuralistas, que apuestan a que los fenómenos sociales responden a estructuras más profundas, y quienes dicen que no, que lo que vemos es lo único que hay.
Margaret Thatcher lo ilustró cuando en 1987 afirmó en una entrevista: «… no hay tal cosa como la sociedad. [Solo] un tapiz viviente de hombres, mujeres y personas, y la belleza de ese tapiz y la calidad de nuestras vidas dependerán de cuánto esté preparado cada uno de nosotros para asumir la responsabilidad de sí mismo.» Asignó taxativamente estatus de realidad a la gente —los seres biológicos, con sus decisiones— mientras lo negaba a su conjunto, ese que llamamos sociedad.
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