Quizá lo peor sea cargar de culpas a otros sin ayudar a aliviarlas.
Imagine el titular: «Paiz no venderá más panqueques congelados». ¿A quién importaría? ¿Y desde cuándo lo que se encuentre en los estantes de una cadena comercial es noticia? En una economía capitalista, cada quien vende o no lo que se le viene en gana.
Sin embargo, hace una semana Nómada publicó una nota sobre la suspensión de la venta de condones en la cadena de farmacias Meykos. En Guatemala se consumen alrededor de 20 millones de condones al año. Habrá que reconocer que el hecho de que una empresa deje de venderlos apenas afectará su disponibilidad general. Pero este no es el punto.
Retirar los condones de una farmacia es una señal, un mensaje de poder en la sociedad, particularmente de cara a los jóvenes. Como subraya la reportera, la mitad de los menores de 20 años ya están casados. Más de ocho de cada diez mujeres menores de 19 años no quisieran quedar embarazadas. A pesar de ello, alrededor de la mitad de las relaciones sexuales reportadas en la Primera Encuesta Nacional de Juventud en Guatemala 2011 fueron de sexo desprotegido. Guatemala presenta las tasas más bajas de prevalencia de uso de anticonceptivos en Latinoamérica, después de Haití. A las jóvenes se las empuja al matrimonio temprano, se les da escaso apoyo para la maternidad y la crianza y, encima, se les dificulta deliberadamente el acceso a la contracepción. Es muy cruel.
Los entrevistados dijeron que retirar los condones fue una decisión basada en que no son «viables» y en la convicción religiosa del dueño de la farmacia. Traduzcamos sin hipocresía: «No vendemos condones porque, aunque son eficaces para prevenir embarazos y enfermedades de transmisión sexual, no se nos da la gana venderlos. No son buen negocio y, de todas formas, nuestra conciencia en paz vale más que su salud, así que váyase».
Encuentro ingenuo pensar que un dios bondadoso tenga la malicia de mandarlo a usted al fuego eterno por ponerse una vejiga en el pipiriche para evitar un embarazo. Con prioridades así, se explicaría por qué no terminan las guerras. Pero este soy yo. Si usted quiere apostar a tal explicación, adelante. Pero, por favor, no engañe. Decir que los condones no funcionan es mentir —funcionan mejor que casi cualquier otra cosa para evitar embarazos y enfermedades de transmisión sexual; no diga que no son negocio—. Entre 2013 y 2014 aumentó 17% el valor declarado de la importación de «preservativos de caucho vulcanizado sin endurecer» (no es broma; así se reporta). Y encima, ¿quiere decir que si fueran buen negocio los seguiría vendiendo? Si quiere estorbar su distribución, admita que valora más su conciencia piadosa que las medidas eficaces en favor del bienestar de otros y dejémoslo en esto.
Nuestro mundo occidental, incluyendo la ética cristiana, cifra sus esperanzas en el individualismo. Son los individuos quienes votan por el poder civil y quienes se salvan o condenan por sus elecciones particulares. Siendo coherentes con esa filosofía, habría que arriesgarse a dejar a la gente vivir a su antojo: darles información completa, recursos, y alentar sus decisiones. Que encuentren anticonceptivos y luego decidan comprar o dejar de comprar, usar o dejar de usar. Poner obstáculos y manipular explicaciones es deshonesto.
Finalmente, quizá lo peor sea cargar de culpas a otros sin ayudar a aliviarlas. Casi la mitad de los guatemaltecos son católicos. Según las normas de su jerarquía —hombres célibes que escogen estigmatizar la decisión de otros de no tener hijos—, ni uno solo debería usar un condón. Pero, si alguno no va a ayudar a evitar un embarazo o una enfermedad de transmisión sexual, al menos tendría que hacerse responsable de las consecuencias desencadenadas: un buen comienzo sería aportar 100 dólares al mes por hijo no deseado de familia católica, ¿no le parece? Eso sería responsabilidad personal. Pensándolo bien, aquí va una idea: por muchos años Meykos vendió condones. Si eso estuvo tan mal, ¿qué tal donar una cantidad equivalente al dinero que ganó por esas ventas para dar tratamiento gratuito a enfermedades de transmisión sexual cuando se contagien los que ahora ya no encuentren condones en sus farmacias?
Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan, pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas» (Mateo 23,1-4).