Como sopapo en la cara, el Menos Mentiras + Desarrollo de un solo ciudadano bastó para dejarnos a todos sin excusa.
Qué bien que el Tribunal Supremo Electoral haya suspendido al Partido Patriota por su insolente campaña anticipada. Pero es apenas el principio.
No sorprende que solo tres de los magistrados votaran a favor de la medida, y con leer el razonamiento de los votos en contra alcanza para ver lo deleznable de los argumentos. Basta ver lo tentativo de la sanción –solo si se siguen portando mal– para entender la debilidad del Tribunal. Son policías pidiendo disculpas a los ladrones. Y sobra el cinismo del candidato que sigue, como si nada, en campaña.
Hay razones de más para estar hartos de esta gente, pero entienda: apenas estamos en la línea de salida de una lucha mucho más larga, más dura y más compleja. Un hecho bueno –la suspensión del partido ante actos descarados de campaña anticipada– no garantiza que las intenciones sean buenas, tampoco que los actores lo sean. Nos encantaría tener buenos políticos, que actuaran por el bien común, tomando decisiones correctas. Sería fabuloso tener magistrados honorables en el TSE y en la Corte Suprema, que defendieran el interés ciudadano y la Constitución con acuerdos y sentencias justas. Pero no contemos con ello.
A veces las personas buenas hacen cosas malas queriendo el bien. A veces los malos actúan bien por razones injustas. Y con frecuencia pasa lo bueno y lo malo a la vez. Así, cuando usted y yo nos alegrábamos por el alto a la canallada naranja en el parque, en el Congreso armaban un embuste para repartirse la Corte Suprema, y la elegían de forma cuestionable. Y mientras tanto los militares, callada la boca, medran cotidianamente con la plata de todos.
La lección es clara. No espere al buen político en todo esto. Para fines prácticos, asuma que todos, ¡todos! son mañosos, tienen malas intenciones y, dada la oportunidad, harán cosas malas. Y de esto último es que debemos estar hartos. Ya nos cansamos de personas que dicen ser buenas (quizá lo sean), que dicen querer nuestro bien (tal vez lo quieran), pero que siempre actúan en contra nuestra.
Dejemos de atender la cancioncita, de seguir los colores, de creer al candidato. Ni al del suspendido PP, ni al del Líder, o de cualquier otro de los grupos-empresa electoral que pululan en el escenario político. Necesitamos políticos, pero entendamos que quien aquí se mete a política es, por definición, ambicioso. Las intenciones son invisibles y las palabras, aire caliente. Si son buenas, mejor. Pero necesitamos actos apegados a la ley y para el bien de todos nosotros, los representados.
Esto, querida lectora y querido lector, significa que ustedes y yo hagamos exigible al político y al funcionario –en cada momento, a toda hora, de muchas maneras– que procure el bien común con acciones concretas. De esto es que tenemos que sentirnos hartos: de gente que recibe mandato (por eso se llaman mandatarios), y luego actúa como si ello fuera carta blanca para realizar sus peores intenciones.
Por esto debemos hacer presión. Presión para que los tres magistrados que votaron por suspender al PP mantengan y endurezcan la sanción. Presión para que los dos que votaron en contra entiendan que no pasaron desapercibidos. Presión para que la sala rastrera que otorgó un amparo contra el TSE entienda que la «S» significa Supremo. Presión para que los diputados embusteros sepan que un día tendrán que pagar la cuenta de sus embustes. Presión para que quien se meta a política entienda que no le perdonaremos los malos actos. Presión para que, hoy sí y para siempre, los militares se honren, vuelvan al cuartel y saquen la mano del erario.
Podríamos alegar que no tenemos cómo hacer presión. «Disiento» grita en única protesta Fausto Rosales. Como sopapo en la cara, el menos mentiras + desarrollo de un solo ciudadano bastó para dejarnos a todos sin excusa. Así que la próxima vez que salgan a la calle el candidato suspendido o el doctor plagiario, la próxima vez que los diputados o magistrados obren mal, la próxima vez que las sierpes judiciales pongan su ombligo al suelo, que encuentren diez, cien, ¡mil! Faustos Rosales encarándolos. Que en los medios, en vez de gente inane buscando «comunistas» en la cooperación nórdica, encuentren llamadas de atención a la ciudadanía. Que a los políticos, los funcionarios, los líderes y los poderosos no les quede más remedio que construir las instituciones, las leyes, los impuestos y los presupuestos para que las promesas se cumplan, para que esta patria al fin, ¡al fin! comience a ser para todos.