Mientras nos afanamos en apoyar a las víctimas, entendamos que sus tribulaciones son la señal visible de una injusticia persistente, la evidencia que desnuda nuestra perversa normalidad.
Llovió. Como pasa todos los años. Llovió mucho. Como pasa cada vez más, aunque algunos nieguen el cambio climático.
Se deslizó la ladera de la montaña. Como pasa cada vez que llueve en terrenos mal afianzados. El deslave causó dolor y muerte innombrables. Como pasa siempre que las personas construyen en sitios de alto riesgo.
Construyeron en zonas de alto riesgo. Como pasa siempre que la gente no tiene dinero o acceso a crédito para conseguir mejores tierras. Como pasa siempre que las leyes no se aplican.
Las personas no tenían dinero ni acceso a crédito. Como pasa siempre que la riqueza se concentra en pocas manos y que el crédito es usado para cobrar intereses al Gobierno, y no como medio para democratizar la economía.
Las leyes no se aplicaron. Como pasa siempre que los alcaldes se interesan más en beneficiar a sus amigos que en garantizar el bienestar de la ciudadanía más vulnerable.
Los alcaldes están interesados en beneficiar a sus amigos y descuidan a la ciudadanía. Como pasa siempre que la justicia y los votos no castigan al funcionario irresponsable. Como pasa cuando los jueces han sido comprados.
Los votos no han castigado a los funcionarios. Como pasa siempre que la ciudadanía es miope. Los jueces han sido comprados y la justicia no llega. Como pasa siempre que se prefiere el silencio a la verdad.
La ciudadanía es miope. Como pasa siempre que decimos que los programas sociales son dar el pescado en vez de enseñar a pescar. Como pasa siempre que nos apremia la solidaridad del centro de acopio, pero rechazamos el compromiso cotidiano de pagar impuestos suficientes para financiar muros de contención, vivienda popular, acceso a crédito, educación y salarios de funcionarios competentes.
Se prefiere el silencio a la verdad. Como pasa siempre que la fortuna está en los contratos del Estado o en defraudar al fisco antes que en innovar y producir. Como pasa siempre que la riqueza viene de abusar de los más débiles.
Y así, responsabilidad a responsabilidad, armamos la cadena desde la muerte hasta la alegre inconsciencia urbana, que se compadece de los damnificados y les compra víveres en los mismos negocios de quienes los excluyen de las oportunidades.
Así, con una continuidad que espanta, transitamos desde la élite, que se conforma con un presidente que echa bendiciones sobre los muertos en vez de denunciar responsables, hasta el joven deportista, la laboriosa bombera y tantos niños, tantos sueños truncados en la tragedia de El Cambray II.
Mientras nos afanamos en apoyar a las víctimas —el colmo sería negarles la ayuda urgente—, entendamos que sus tribulaciones no vienen de la mala suerte, de la lluvia o de Dios. Son literalmente la señal visible de una injusticia persistente, la evidencia que desnuda nuestra perversa normalidad.
Las frazadas y los frijoles son una caridad banal, que obliga hoy a la víctima a agradecer el bien que se le ha negado ayer y siempre. No por llevar un par de cositas al centro de acopio podemos darnos por satisfechos. Si usted es de inclinación religiosa, no piense que con estos arranques de generosidad ganamos el cielo. Apenas desquitamos un poco del daño más reciente de nuestra enorme deuda social.
Si vamos en serio con ayudar a la gente de El Cambray II, de los Cambrayes que llenan cada esquina de este país de miseria y marginación, entendamos que nuestra principal responsabilidad es otra. Es cuestionar el continuismo de una élite que tras siglos de ventaja sigue sin producir otra cosa que penuria vergonzosa. Es dejar de creer la mentira de que aquí, sin impuestos a los más ricos —y también a la clase media, a nosotros mismos—, vayamos a escapar de la pobreza y sus desastres.
Nuestra responsabilidad con los necesitados está en perder paciencia con un candidato que quiere ser presidente sin planes y encima se alía con la gente más ruin del Ejército. La misma que no ha hecho sino depredar el erario. Está en exigir transparencia a la candidata que aún no explica cómo traerá justicia de la mano de un financiador de Pérez Molina. Está en mostrar intolerancia con diputados que no pasan leyes justas y mucho menos fiscalizan. Está en señalar a los jueces que venden la justicia. Está en denunciar a alcaldes que no alcanzan a cumplir siquiera con las mínimas responsabilidades de su cargo. Nuestra responsabilidad no está solo en dar cinco libras de arroz un día, sino en todos los días exigir, vigilar, participar y cumplir como ciudadanos.