Entrarle al dichoso modelo

No basta con reparar la bicicleta vieja que tenemos cada uno, sino que hace falta subir a todos al mismo bus.

Alberto Mayol, profesor e investigador social en Chile, saltó en 2011 a un estrellato inusual en el mundo académico de su país. Dos cosas favorecieron ese paso.

La primera fue que, en el contexto de las manifestaciones estudiantiles que alborotaron el afamado éxito democratizador y económico, Mayol ofrecía una explicación creíble de qué estaba pasando, remitiendo a lo más profundo de la estructura política: “La élite entendió sistemáticamente reducir la desigualdad como un asunto de sacar pobres de la línea de pobreza. Nunca entendieron que son problemas distintos. En la pobreza falta comida. En la desigualdad lo que falta es sociedad.”[1]

La segunda razón, la más importante, fue que esa explicación se la pudo lanzar a la cara a la élite. Hijo paradójico de un periodista pinochetista, presentó sus ideas en el ENADE -Encuentro Nacional de Empresarios- de Chile en 2011, causando un alboroto mayúsculo.

En Guatemala no tenemos un Mayol, pero no nos falta la crisis que exige explicación. Con el gobierno patriotista se ha hecho muy evidente que la máquina trastabilla. La desconfianza de la izquierda hacia Pérez Molina por el antecedente militar se ha visto bien remunerada con los errores de Barillas y Totonicapán. El CACIF cada vez debe figurar más visiblemente, porque sus subordinados le sirven mal, en temas que van desde las mineras hasta la nominación de la junta directiva del Congreso.

Ciertamente no hay autoridad creíble. Piense nomás en el ministro de Gobernación balbuceando explicaciones, o el presidente del CACIF haciendo gala de superficialidad en materia de diversidad; recuerde acaso al “arzobispo azucarero”, y no deje de lado una izquierda que no llega siquiera a tener voz y sigue enamorada de la violencia como propuesta.

Las voces que cuestionan a empresarios, militares, políticos y hasta clérigos son cada día más estridentes. Entre la intelectualidad resulta cada vez menos atractivo el fangoso pacto que siempre han hecho los más hábiles al subirse al carro del vencedor como ministros “progre”, con tal de empujar un poquito el desarrollo.

Peor aún, aunque baja la violencia homicida, alza su cabeza más despierto el monstruo incontinente de la anarquía. Los secuestros y la “justicia” popular subrayan que aquí, las reglas cada vez convencen menos.

Vale entonces escuchar los aldabonazos de Mayol. Aunque Chile diste mucho de ser Guatemala, ha sido el modelo al que aspiraron los arquitectos de nuestra economía e instituciones desde que Vinicio ocupaba el Palacio Nacional, y especialmente desde la firma de la paz.

Señala Mayol que la élite chilena creó en los últimos 20 años un ingenioso engendro, el Estado que quería ser democrático pero terminó tutelando la formación de mercados, que luego colonizaron todo el espacio disponible. Las minas, la electricidad y la telefonía, sí; pero también los fondos de pensiones privados que sirvieron para financiar a la gran empresa, y hasta las universidades y la escuela secundaria, que resultaron ser la gota que derramó el vaso.

No cuesta reconocer en esa historia la aspiración y el empeño hasta hoy del poder en Guatemala. Sin embargo, a diferencia de las juventudes chilenas, aún no se ve el liderazgo que le hinque el diente al reto. Hay algunos que comienzan a proponer cosas nuevas, al menos para la tradición de su sector. Vemos a un par de salvadores que marcan distancia y se animan a reconocer en la ENADE, versión chapina, que la cosa es más complicada de lo que se decía. No en vano esta vez fue un expresidente peruano, no chileno, el invitado de honor. Pero no llegan aún a admitir que no basta con reparar la bicicleta vieja que tenemos cada uno, sino que hace falta subir a todos al mismo bus. Igual entre los jóvenes indígenas, donde el peso del autoritarismo obliga incluso a la autocensura.[2]

Como un lastre terrible vemos aún una juventud urbana precaria: una educación débil le ha dado pocos instrumentos para la argumentación, y lo que es peor, la ha hecho propensa al quietismo, al racismo y a posiciones libertarias que tienen más de doctrina que de razón. Sin embargo, ante el resquebrajar del pacto a medias que nos heredaron la Constitución del 85 y los Acuerdos de Paz, es indispensable tomarnos en serio la recomposición del dichoso “modelo de nación” que queremos. Empresario o estudiante, derecha o izquierda, por igual le invito a consultar el estimulante trabajo de Mayol.


[1] Mayol, Alberto (2012). El derrumbe del modelo: La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo. Santiago, Ediciones LOM. Página 23.

[2] Vea en particular los comentarios a la nota referida.

Original en Plaza Pública

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