El verdadero testimonio de la profetisa Masa

No saldrán los hombres de casa, que son para dar gusto a la mujer y procrear. No para hacer como coroneles o ejecutivos, abominables a mis ojos.

Junto a la hoguera se me manifestó la Madre Universal y me dio su mandato. Anota mi receta, me dijo, y no cambies una letra, pues soy tu madre. A la que cambie una medida de esta receta, la expulsaré de mi cocina, y con ella a sus hijas, sus gallinas y sus gatos.

Dile a mis hijas, las que me son fieles, que les daré toda La Cañada, sí, y hasta Escuintla. Del Pacífico y hasta El Salvador, ésta será tu heredad, la tierra de tus hijas y tus nietas por siempre, porque así lo quiero. A quien se atreva a estorbarte en tu tierra, yo le negaré mi pecho nutricio, y de seguro morirá. A quien estorbe en tu cocina, le arrancarás la comida, pues no merece vivir.

Porque ¿quién sino las mujeres, que dan vida, para decidir sobre la vida? ¿Quién sino las mujeres, dueñas de los cuerpos de sus hijas cuando aún no han nacido, sí, también de los hijos, para decidir sobre la propiedad?

Son las mujeres la fuente de vida, en verdad, y los hombres habrán de guardar silencio. Su función es una sola: servirte, mujer, conforme mi voluntad. Así ha hablado la Madre Universal. Porque así ha dicho, y así está bien. Habrán los hombres de guardarse en casa, con el miembro amarrado, que no podrán acercarse a la mujer sino cuando ella lo quiera. Porque a ella corresponde decidir si tendrá los hijos, o no.

Y si el hombre osare salir cuando ella no lo quiere, o desatar el miembro sin su consentimiento, habrá de ser herido en el miembro, porque es maldito, y abominable a mi vista. Y si las madres del pueblo lo hallaren libre de culpa, será restregado su miembro en el santo chichicaste, para su purificación, y que los demás hombres escarmienten.

No saldrán los hombres de casa, que son para dar gusto a la mujer y procrear, y para limpiar los inodoros. No para hacer como coroneles o ejecutivos, abominables a mis ojos. Al hombre que no acepte su lugar en la casa, con el miembro amarrado, lo castrarás, pues me es abominable. Mas a los gays dejarás en paz, pues entre los hombres son mis predilectos, tus hermanos favoritos, porque no te molestan con su sexo.

Así que ve, proclama mi palabra. No cambies una sola letra, que a quien cambie una medida de esta receta, la expulsaré de mi cocina, y con ella a sus hijas, sus gallinas y sus gatos. Y quien cuestione lo que te he dicho, será abominable, porque no es gente digna de mí. Y a quien negare la palabra de tu Madre Universal, esta palabra, le expulsarás de tu tierra, que yo ya le he rechazado de mi cocina. Y quien negare esta palabra, es que no la entiende. Será persona impura, indigna y abominable.

(Documento encontrado en un disco compacto, en el desván de una casona demolida en la Zona 1. Ha sido celosamente transmitido por generaciones de profetisas (que la Madre Universal las alimente siempre), al menos desde 1988. Sin embargo, el estilo y claves internas sugieren que la profecía es mucho más antigua, al menos desde los días de los diskettes de 8 pulgadas).

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Ya ve, así la cosa no parece tan sagrada. Como tantas veces, un buen espejo es eficaz remedio para la ceguera y la arrogancia. Piénselo antes de enfrascarse en el arcano mundo de los argumentos religiosos, especialmente de aquellos que se usan para justificar la exclusión de las mujeres.

Por mi parte, he decidido que este texto es suficiente evidencia de la verdad revelada. Si no me cree, seguro será porque la Madre Universal no ha querido darle la sopa de su sagrada olla. Tendrá usted que demostrar que me equivoco, pues yo ya cumplí con tener fe.

Además, no vaya a ser que a las sacerdotisas se les ocurra sacar el santo chichicaste.

Original en Plaza Pública

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