Category: Plaza Pública

  • El problema del conservador

    Habiendo escogido su arbitrario pasado mejor, al conservador le toca defender ese pasado sin que existan razones objetivas.

    En Guatemala, el conservadurismo cultural resurge cada vez que hay asuntos clave de justicia por discutir. Algunos entienden muy bien que es el distractor perfecto.

    No es casual que ahora un grupo de diputados vocifere contra el matrimonio entre homosexuales y busque la penalización adicional al aborto. Ellos necesitan desviar la atención de la discusión sobre las reformas constitucionales al sistema de justicia.

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  • Tributos para un sueño creíble

    Se lo pongo con crudeza para tomarlo en serio: llevamos años practicando ser chambones fiscales.

    Recientemente, el Wilson Center de Washington presentó y comentó el estudio Estadísticas tributarias en América Latina y el Caribe (1990-2015), preparado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

    Nuestra parte en los hallazgos del estudio es conocida: en 2015 Guatemala estuvo en la absoluta cola de los países de Latinoamérica en recaudación de impuestos (12.4 % del producto interno bruto versus 22.8 % del promedio regional). Somos, además, uno de solo cinco países en la región que redujeron su porcentaje ese año respecto al anterior. Vamos para atrás. Esta reducción se explica casi completamente por reducciones en impuestos al ingreso personal, a las utilidades y a las ganancias de capital.

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  • Derecha y elitismo

    Visto con detenimiento, tienen mucho en común un líder indígena en Huehuetenango con un sindicalista de hueso colorado en el Manchester de 1933.

    Bien por Daniel Haering, que ha señalado que el emperador va desnudo. Proclamándose en la derecha y desde la derecha, dice lo que nadie en la élite quiere oír: «El sistema político guatemalteco ha sido un proyecto con muchas más sombras que luces, verdaderamente indefendible».

    Haering argumenta en el blog Diálogos que la derecha guatemalteca tiene en la mano la clave para hacer cuajar el progreso tras la depuración que inició la persecución de la corrupción en 2015. Pero se desespera del inmovilismo, de la secular apuesta por el no antes que por el cambio.

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  • La magia del capital

    El mercado es esclavo eficacísimo, pero amo infinitamente explotador.

    Crecimos juntos la gente y el mercado. Habrá nacido el mercado cuando en el Paleolítico a un par de Homo se les ocurrió intercambiar lo que le sobraba a cada uno. Y no ha parado desde entonces.

    Desde las tierras ecuatoriales hasta los polos helados, al migrar, con el mercado llenamos las propias necesidades más allá de lo inmediatamente disponible. Pasado el tiempo, las plazas donde trocábamos bienes se convirtieron en ciudades. Las rutas se tornaron puentes y carreteras, trenes y barcos para transportar las mercancías: sal del océano, harina del Levante, plata del Potosí, tecnología de California. Y sigue, que más pronto que tarde esas rutas serán también interplanetarias y llevarán agua de la Tierra a cambio de novedosas creaciones marcianas.

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  • Entre Maduro y podrido

    La maldición que impone el capitalismo es pensar que todo se puede comprar. Pero los más maldecidos resultan ser quienes piensan que basta con ponerse una camisa roja y parar el mundo para bajarse. Ni lo primero sirve ni lo segundo es posible.

    Latinoamérica desanima al progre más entusiasta. El desastre en Venezuela y Lenín Moreno apenas agarrado del éxito electoral por un pelo en Ecuador dan para desesperanzar a cualquiera. ¿Acaso no hay izquierda que pueda ganar bien?

    Pero el conservador enfrenta otro riesgo: caer en el triunfalismo. Queda demostrado —dirá— que solo el mercado y los líderes de derecha traen el éxito y el desarrollo. Desafortunadamente, la cosa nunca es tan sencilla. Darse por vencido sobre al papel del Estado en la protección social y en la redistribución de la riqueza es olvidar conquistas reales como el bienestar de los nórdicos, la mejora histórica en el trabajo fabril o el exitosísimo cuidado de la salud en Gran Bretaña o en Cuba (sí, esa).

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  • Una disciplina caduca

    Hace falta, ¡urge, más bien!, que desde la derecha y desde el seno de la élite económica haya quienes se atrevan —públicamente y sin ambigüedad— a disentir de la línea oficial, tradicional y sempiterna del sofocante consenso del Cacif.

    Las imágenes que construimos en el discurso público exageran los rasgos negativos de aquellos a quienes criticamos. Y también exageran los rasgos positivos de aquellos a quienes apoyamos.

    Así, Jimmy Morales termina pintado por sus contrincantes como un simplón, títere de militares. Mientras tanto, los constructores de hidroeléctricas describen a Rigoberto Juárez y a otros líderes indígenas como cuatreros inescrupulosos. Y entre todos imaginamos como imparables genios del mal a los narcopolíticos que se mueven en los entretelones del Congreso.

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  • Morongazos

    Contrario a lo que quisiéramos los más pacíficos, la violencia es eficaz. Esto no es un juicio de valor, sino una descripción de nuestra historia.

    La semana dio para bosquejar en toda su extensión el cuadro oscuro de la juventud en este país. No terminábamos de escandalizarnos por el crimen masivo contra las víctimas del ¿hogar seguro? cuando nos enteramos de que en un colegio privado un chico —quizá víctima de acoso— sacó una pistola en plena aula para resolver sus problemas de una buena vez.

    Ahora, como un extenso ejercicio en cerrar la puerta del establo cuando el caballo ya ha escapado, abundan las propuestas. Cumplir la orden largamente ignorada de clausurar el hogar. Revisar las mochilas de los estudiantes al llegar a las escuelas. La voz indignada de algunos que añoran tiempos más tranquilos pregunta cómo pudimos llegar hasta aquí. Pero, bueno, ¿acaso estuvimos alguna vez en otra parte?

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  • Le explico cómo es esta vaina

    Entienda: en esta historia atroz que llamamos Guatemala no todos somos Estado porque no todos somos ciudadanos plenos.

    Imagine poca gente. ¿Cómo ponerse de acuerdo? Digamos mamá, papá y un par de hijas. Como los adultos están antes, se acostumbran a decidir entre ellos. Para cuando llegan las hijas, basta ver qué hacen mamá y papá.

    Ahora suponga un grupo mayor, 150 personas. La cosa se complica, pero es factible. Los primeros se organizan. Deciden por consenso o por el sagrado principio de que «el que tiene más saliva traga más pinol»: algunos mandan por su capacidad de convencer o porque nadie les gana a las trompadas. Como todos se conocen, no es difícil estar al tanto de la organización de la comunidad, pues nadie olvida quién resolvió el último problema o quién pega más duro.

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  • Pasar de Árbenz

    Entrar al mercado en Guatemala hoy es combinar gente con expectativas demasiado altas acerca de lo que deben ganar y demasiado bajas acerca de lo que deben arriesgar con una economía que es una ruleta rusa.

    El joven economista lo sintetiza en una frase: no hemos pasado de la agenda de Árbenz. La carretera, el puerto, la hidroeléctrica. Transporte, mercado, energía.

    Los últimos 65 años son vivísimo ejemplo de lo que sucede cuando no se invierte a tiempo. Por no aguantar a un coronel progresista que sabía que democracia significaba gobierno del pueblo y por no tolerar que otros también tuvieran razón, derecho y riqueza, la alianza de Iglesia anticomunista, oficiales pusilánimes, embajada bananera y élite cachureca mandó todo al infierno en 1954.

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